lunes, 1 de septiembre de 2014

EL PERFECTO AMOR



No hay nada más reconfortante que sentirse a gusto en compañía de nuestros hermanos en Cristo. Compartir momentos de compañerismo incondicional, es algo que hace bien al alma, y que nos permite sentirnos parte de algo importante. ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso  es habitar los hermanos juntos en armonía! (Sal. 133:1)
Ese cariño que uno recibe con tanta alegría quizás no podríamos recibirlo en su plenitud, sin antes tener una revelación personal e íntima del Amor de nuestro Padre Celestial.
Su Amor es tan grande, tan inmenso, que solo podemos alcanzar a sentirnos plenamente amados tocando el borde del océano de Su Amor y esto se logra buscándole, pero también creyéndole.
Cuando Dios dice que nos ama, es porque nos ama de verdad.
No podemos comparar su Amor basados en cómo la gente nos ha tratado en la vida, ni en las apreciaciones que se han hecho de nosotros, ni en las opiniones que a veces han caído como un balde de agua fría sobre nuestras buenas intenciones.
Su Amor no se parece al humano, pero muchas veces miramos Su Amor, o miramos Su Corazón bajo un lente que está velado por cómo nos han tratado o cómo nos ha tratado la vida, y entonces ponemos una pared que nos impide  recibir, ser amados y sentirnos amados.
Por eso es importante dejar de lado lo que nos haya pasado y mirar en la Palabra de Dios qué es el Amor. Qué quiere decir la palabra “Amor”, según Dios.
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó (antes que nosotros pudiéramos amarle)  y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados” 1 Juan 4:10(NVI)
Es importante asimilar y dejar que nos penetre la idea de que no hay nada que podamos hacer de bueno, ni con esfuerzos de nuestra parte, ni haciendo la obra de Dios, para que Dios nos ame más. Tampoco hay algo que podamos hacer, errores de nuestra vida o de nuestra conducta que logren que Dios nos ame menos.
Su Amor  no se gana. Cuando no lo amábamos, Él nos amó primero. Esa es la verdad.  Y aún ahora siendo cristianos, hay otra verdad que tiene que alcanzar nuestro corazón: no podemos amarlo con nuestras fuerzas. Es  siempre TODO DE ÉL. Recibimos Su Amor, le permitimos sanarnos y llenarnos, y entonces nuestro corazón desborda de Su Amor, y es ese amor, el Suyo, el que daremos. Es con Su Amor que le amaremos. Es con Su Amor que amaremos a otros, con el nuestro, porque el nuestro es un amor lesionado.
Nuestro amor está lesionado y depende de muchas cosas. Si nos hieren nos  sentimos heridos y ya no nos nace seguir amando. Pero si estamos inmersos en el Amor de un Padre que nos ama todo el tiempo, y que no nos ama basado en lo que hayamos hecho, sino que ya nos amaba PRIMERO, entonces no estamos buscando que nos amen, no estamos buscando que nos devuelvan nada, sino que buscamos cada día llenarnos más del Amor del Padre.
¿Cómo conocemos ese Amor del Padre? Porque quien vio al Hijo vio al Padre. Si el Amor de Jesucristo te conmueve, entonces has visto el Amor del Padre.
Y ese Amor es un Amor que no lo ganamos: vino a nosotros.
No le pedimos al Padre que nos amara, ni siquiera sabíamos que esa clase de amor existía, y sin embargo, Él ya nos amaba, ya nos tenía en Su Corazón.
No nos dábamos cuenta de que necesitábamos un rescate, pero Él ya había provisto una vida superior para nosotros. Él veía que necesitábamos un rescate, y dio lo más precioso que tenía : Su propio Hijo. Si Él dio lo más precioso, es porque para Él somos preciosos. Tú eres precioso para Dios. Tú eres preciosa para Dios. Eres la niña de Sus ojos.
Juan tuvo una revelación profunda del Amor del Padre. Tan profunda y tan real fue esa revelación que no le importó ser el único que se sintiera así. Se dio cuenta de que Dios le había hecho único. Su evangelio es único, diferente de los otros tres evangelios. Tuvo una revelación profunda del Amor del Padre y la compartió con nosotros. Se dio cuenta. Vio cuán grande y cuán inconmovible era la seguridad de ese Amor.
Pablo también lo supo. Por eso dice que:
“Ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro “ Romanos 8:38-39
Cuando tienes un encuentro con ese Amor, te das cuenta de que ahora SABES lo que antes no sabías : que eres amado, que siempre serás amado y que Dios no puede dejar de amarte, porque te adoptó y eso es para siempre.
Puede que pienses que le has fallado a Dios, que no has alcanzado lo que te habías propuesto y que nunca lo alcanzarás. Pero déjame decirte que, es cierto. En la carne, en ti mismo es imposible.
Pero déjale a Él sanar tu corazón. Déjale a Él llenarte de Su Amor. Déjale a Él ser Él en ti y entonces, será Él quien haga todo por ti y no tú tratando de “esforzarte” … en un esfuerzo completamente inútil.
 “En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor” 1 Juan 4:18(NVI)
Cuando te dispones a permitir que ese vacío que sientes sea llenado por el Amor de tu Padre Celestial, cuando le permites llenar tu vida y tu corazón, entonces ya no vivirás en temor. Tu idea sobre Dios cambiará y no pensarás que está “midiéndote”.
Es importante entonces, es vital, disponer nuestro corazón para recibir una revelación profunda del Amor de nuestro Padre Celestial, sin lo cual la vida, aún la vida cristiana, puede ser muy mediocre, muy superficial y nada satisfactoria.
Oración :
Padre Celestial : Hoy me dispongo a abrir mi corazón a la Verdad de tu Palabra.  Ya no deseo vivir en temor, ni con una idea equivocada de Ti. Quiero y deseo tener un encuentro verdadero contigo y con tu Amor por mí. Me dispongo a creer que Tú me amaste primero y que diste lo más precioso que tenías, tu Hijo,  porque me amabas a mí. Recibo tu Amor en mi corazón. Te permito sanar mis heridas y cambiar mis ideas por las tuyas. Declaro ahora que tu perfecto Amor  echa fuera todos mis miedos, todos mis temores y mis ideas falsas y acepto no buscar más ser llenado con la aceptación de los demás, porque Tú me has aceptado. Tú me hiciste diferente y único y lo acepto, porque así te agradó, porque ese era tu Plan. Gracias Padre por derramar tu inmenso Amor sobre mí. En el Nombre de Jesús, amén.


jueves, 28 de agosto de 2014

¿QUIERES SER SANO?


 “Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Y cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: “¿Quieres ser sano?”  Juan 5:5-6

38 años.

38 largos años de una enfermedad para la cual no había esperanza alguna.

Quien ha soportado el yugo de la enfermedad grave, de esa enfermedad que le quita todo a una persona, a veces hasta la dignidad, sabe de qué se habla aquí.

En 38 años pasan muchas cosas. Al principio la persona piensa que la dolencia se irá como vino. Si hasta el momento estaba sana, si hasta el comienzo de los síntomas todo iba bien, entonces todo volverá a estar bien. No puede ser de otra manera. Pero los síntomas no se van. La consulta al médico es inevitable. Puede que recibiera un tratamiento o varios. Pero el hecho es que esta persona ya se sentía tan débil que pasaba más tiempo acostada que levantada. Si bien podía bajar hasta el estanque donde un ángel descendía a agitar el agua (v.7), sus movimientos eran tan lentos que cualquier otro enfermo llegaba al agua antes que él.

Con todo aquel hombre seguía allí. No sabemos si venía cada día o si ya vivía frente al estanque. El hecho es que no había perdido la esperanza. Porque si la hubiera perdido, se habría ido.

Y aquel día, como durante tantos otros días, aquel hombre miraba fijamente las aguas, como el resto de la multitud de gente enferma que vigilaba lo mismo. Como el ángel pasaba “de tiempo en tiempo” (v. 4), no se sabía cuándo sucedería. Pero aquel hombre estaba seguro de una cosa: en tal caso él haría una vez más el esfuerzo de ponerse de pie. Una vez más comenzaría a levantar un pie delante del otro en el intento de caminar para alcanzar meterse en el agua.

En esta historia no se nos cuenta si el ángel pasó más tarde aquel día. Pero sí que se presentó allí otro más poderoso que él: el Señor de los ángeles, el Hijo del Dios viviente encarnado y caminando entre nosotros como un hombre más.

¿Quién hubiera dicho que Jesús, entre tantos hombres, era especial? No lo decían sus vestimentas. No lo decían sus facciones, ni su altura, ni su forma de andar.

Pero Sus palabras y Sus hechos lo decían.

Así, el hombre enfermo se encontró con el Hijo de Dios, y tuvieron una conversación.

El Hijo le preguntó algo que parecía obvio:

“¿Quieres ser sano?”

Parece una pregunta tonta. ¿No era acaso evidente que ese enfermo estaba allí como todos los demás enfermos esperando la llegada del ángel?

Sin embargo la pregunta del Señor va más profundo que eso. En realidad la pregunta del Señor quiere decir: ¿Realmente deseas recibir el toque de Dios?, ¿Realmente estás motivado?, ¿Realmente guardas la esperanza? ¿Todavía conservas la fe?

Es ésa la pregunta del Señor, y esa pregunta no es una idea arbitraria que al hombre Jesús se le ocurrió en aquel momento, no. Porque el hombre Jesús no hizo nada mientras estuvo en la tierra, que no fuera una idea del mismo Padre Celestial. Él mismo lo dice más adelante: “De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque TODO lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.”(Juan 5:19)

El Padre tiene compasión de la enfermedad. El Padre ha visto la enfermedad de este hombre, su sufrimiento, su cansancio, su desaliento, y también … su perseverancia en estar … otro día más frente al estanque.

Este hombre iba al estanque porque quizás ese día … tal vez ese día el ángel pasaría … tal vez ese día las aguas se moverían … tal vez ese día  las fuerzas le darían para llegar a tiempo … tal vez ese día sanaría. Pero concretamente ese hombre no tenía sino esperanzas. A los ojos de cualquiera parecerían esperanzas ilógicas pues no tenía fuerzas para correr, para adelantarse a algún otro y llegar primero.

Sin embargo, seguía perseverando. Seguía creyendo.

Y el Padre lo ve y Su corazón se conmueve.

Y aunque antes no había podido ayudarlo, porque Jesús aún no había comenzado su ministerio, ahora sí puede. Antes no tenía en la tierra a uno que hiciera TODO lo que Él hace, pero ahora lo tiene. Es Su Voluntad encarnada, y puede acercarse a ese hombre que espera lo imposible y preguntarle: “¿Todavía quieres ser sano?”, “¿Todavía esperas ser sano?”, “¿Todavía crees en Mí?”

Y entonces sucede el milagro: Jesús oye al Padre decir: “Que tome su lecho y que se comience a caminar. Ya di la orden. Ya lo sané.” Y el Hijo repite las Palabras salidas del corazón mismo del Padre :”Toma tu lecho y anda.” Ahora viene lo importante: si ese hombre no hubiera creído que ya estaba sano, se habría quedado en aquella cama esperando el día de su milagro. Él podría haberse preguntado: “¿Y quién es éste para decirme que me levante?”

Alguien podría decir que no lo diría pues Jesús era ya conocido por sus milagros y sus buenas obras. Pero este hombre enfermo no sabía que quien le hablaba era Jesús (versos 12 y 13).

No sabía. Sin embargo, igualmente, porque no tiene nada que perder, porque de todas maneras si no es cierto solo le queda seguir esperando con los demás enfermos frente al estanque, decide hacer la prueba.

Dios ama profundamente a  todos los enfermos. Pero éste obtiene su bendición porque decide obedecer la Palabra que, se dijo, bien podía venir de Dios.

Decidió darle una oportunidad a Dios.

Hay quienes aún no están muy seguros cuando se les plantea el mensaje de Jesús. Pero igualmente deciden darle una oportunidad a Dios. Se dicen : “Ya lo intenté a mi manera”, o “ ya lo intenté a la manera de otros”, o “¿Qué más puedo perder? Le daré una oportunidad a Jesús. Le daré una oportunidad a Dios”. Y Dios premia esa actitud de corazón. ¿Por qué? Porque para trabajar en nosotros, Dios necesita la fe. La fe es el material por el cual Dios puede obrar en nosotros. Si no hemos recibido nada, no es porque Él no quisiera dárnoslo, sino por nuestra falta de fe.

Como dice Hebreos 11:6 : “Es necesario que (todo aquel que) se acerca a Dios crea que le hay (es decir, que existe un Dios) y que es galardonador de los que le buscan”.

La vía de comunicación entre Dios y nosotros es la fe. Sin fe es imposible entrar en contacto con lo que Él quiere transmitirnos. Es necesario entonces, primeramente creer que Él existe, pero también que Él está deseando premiar a quienes lo buscan. Es NECESARIO. Es parte de lo que necesitamos para ser bendecidos. Pare recibir de Él, tanto para nuestro espíritu, como para nuestra alma, como para nuestro cuerpo. Para TODO en nuestra vida necesitamos la fe.

Este hombre probó la bondad del Señor. Se decidió, pues no tenía nada que perder, pues ya lo había intentado todo, a hacer lo que nos aconseja el salmo 34 : “Gusta ( esto es PRUEBA) y ve que el Señor es bueno”

El Señor  es bueno. El que había estado debilitado durante 38 largos años se puso de pie, contra toda expectativa. Caminó sin sentirse cansado. Caminó como una persona completamente sana.

Así sucede a cualquiera que confía en la Palabra de Dios.

Así sucede a quien prueba la proposición que Dios le hace y se apoya en ella.

Esa persona recibe sanidad y comienza una nueva etapa en su vida.

Oración : Padre Celestial : He decidido creer lo que Tú dices en Tu Palabra, Señor. Tú dices que a aquellos que te creen, tú los bendices y yo dispongo mi voluntad para recibir la sanidad que Tú has preparado para mí. Abro mi corazón para recibir la salud completa que es Tu Voluntad que yo reciba. Sé que Tú eres mi Sanador y que no hay Médico más poderoso que Tú. Gracias, Padre por el sacrificio de Jesús en la cruz, por medio del cual mis pecados han sido perdonados y allí mi enfermedad también fue destruida. Ahora mismo recibo de Ti la bendición y creo que por sus llagas yo fui sano. En el Nombre de Jesús, amén.

sábado, 23 de agosto de 2014

COMPLETAMENTE REDIMIDOS


Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de Mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.                  Isaias 43:25

Si hay una realidad que todo cristiano debería recordar al abrir los ojos por la mañana es ésta: Sus pecados YA han sido perdonados.

Cuando uno se despierta por las mañanas, muchas ideas vienen a la mente : ideas propias, ideas de otros, cosas que pasaron ayer, cosas para hacer hoy, viejas  estructuras que hemos adquirido, etc.

Entonces, en el momento de acercarnos a Dios para conversar con Él o para adorarle, si no tenemos cuidado, esas ideas ocuparán un lugar importante y formarán una pared que nos impedirá disfrutar de Su Compañía y de estar atentos a lo que él quiera decirnos.

Si has recibido a Jesucristo como tu Salvador y Señor, entonces,  desde ese momento Dios te hizo propietario de los títulos : “Redimido”, “hermano de Jesús”, “coheredero con Cristo”, “Inocente”, “Sin culpa”, “nueva creación” (nuevo hijo creado por Dios), y muchos más.

No tienes que andarte sintiendo culpable por la vida por cosas que YA han sido borradas.

En 2 Co. 5 : 17, se nos informa que “las cosas viejas pasaron” y esto no solo se refiere a los errores que hayamos cometido antes de conocer a Jesús, sino a los que podemos cometer en cualquier momento. La consigna es : Vive siguiendo las normas de la vida abundante, pero si cometes un error, arrepiéntete, confía en que has sido perdonado  CONTINÚA CAMINANDO. Esto no significa que podamos tomar el estilo de vida de “no importa lo que haga, total será perdonado”, sino que la idea es bien otra :    Que tenemos acceso a un nivel superior de vida, a un estilo superior al que llevábamos antes y aún al que llevamos hoy, pues siempre estaremos creciendo y superándonos.

Jesús vino para que tengamos vida y para que la tengamos en abundancia. Él mismo lo dice en el evangelio de Juan, cap 10, verso 10. Y a esa vida solo se accede por la fe en Él, caminando con Él, oyendo Su voz y creyendo y confiando.

La confianza es fundamental.

Ahora bien, no puedo tener confianza si pienso que mi Padre Celestial está midiendo cada una de mis equivocaciones, y poniéndolas en una balanza. Esto es contrario a la GRACIA.

Desde el momento en que recibí la salvación, entré en la vida de la GRACIA, en una vida donde es cierto que fui perdonado, y que mis pecados fueron echados al fondo del mar. (Miqueas 7:19).

Esto no es una posibilidad. No es algo que podría suceder si yo actuara mejor. No es algo que quizás suceda si alcanzo la perfección o si hago “lo que puedo”. Es un hecho. Un hecho en el cual mi única participación es la fe en los méritos y la perfección de la vida perfecta que Jesús llevó en la tierra para TOMAR MI LUGAR Y PAGAR POR MÍ.

No hay nada que yo pueda agregar al respecto.

Es bueno entrar en el reposo de ser un hijo engendrado de Dios. Es bueno confiar que Él hizo todo por mí porque yo no podía, y recibir en mi corazón Su GRACIA.

Es bueno, luego, poder hablar con Él como mi Padre. Echar todas mis preocupaciones sobre Él y recibir Sus indiaciones para una vida abundante.

La vida abundante está al alcance de cualquiera. Muchas veces en el nuevo testamento, Jesús nos alienta usando la palabra “cualquiera”, o “alguno”. Por ejemplo : “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba” (Juan7:37).

No se necesita ser un religioso, o estar en determinada iglesia para venir a Jesús, presentarle nuestro corazón sediento y permitirle llenarlo con Su perdón, y Su Plan perfecto para nosotros.

No se necesita tener grandes conocimientos, haber hecho muchos méritos personales, ni siquiera ser socialmente buena persona.

Solo se necesita sed. Sed de paz. Sed de satisfacción personal. Sed de la verdad. Sed de perdón. Sed de ser recibido como hijo.

Y Él promete que responderá.

“Llamad y se os abrirá” Mateo 7:7

“ … al que a Mí viene, no le echo fuera. “ Juan 6:37

Presta atención en el Nuevo Testamento, a cuántas veces el Señor llama a “cualquiera”, a “alguno” y a “todo aquel que”.

Te sorprenderás de cuán abierto es su llamado. NO hace distinción de personas. Sin embargo requiere que ese “cualquiera” tenga fe (Marcos 11:22 y 23), “alguno” tenga sed (Juan 7:37), y que “todo aquel” pida (Mateo 7:7), por poner algunos ejemplos.

El Espíritu Santo viene al corazón de la persona que reciba a Jesús. (Efesios 1:13)

Y el Espíritu Santo llena el corazón del creyente con el Amor de un Padre que no nos olvida nunca.

Por eso es que necesitamos tener presentes las verdades de la redención.

Cuando tú YA has recibido la GRACIA en tu vida, no puedes despertar por las mañanas recordando algún error que has cometido. Más bien debes recordar que, si estás viviendo bajo la dirección del Maestro, solo necesitas saber que YA fuiste redimido. Si hay pecado en tu vida, solo necesitas arrepentirte, y seguir caminando.

Y sin son otros errores los que te atormentan, errores del pasado que no puedes corregir, DEBES olvidarlos entregándoselos a Dios, Quien es el Único que puede arreglar las consecuencias.

Solo así, con la conciencia plena de que somos verdaderos hijos adoptados por Su Gracia, podemos venir ante Su Presencia con alegría, con pleno agradecimiento. Llenos de razones para adorarle, y también con un corazón confiado de hijos que esperan recibir algo del Señor en ese contacto.

Cada vez que nos presentamos delante  Suyo en esas condiciones, saldremos llenos de Él, y seguros de Su Guía.

No hay otra manera de vivir  más sorprendente y llena de satisfacción.

sábado, 15 de marzo de 2014

CUMPLE TU MINISTERIO

". . . cumple tu ministerio." 2 Timoteo 4:5

Pocas cosas son tan importantes en la vida del cristiano, como la de cumplir con lo que Dios le ha encomendado.
Pasaremos una sola vez por aquí, el camino es corto, aunque cuando uno es joven parezca largo, y cuando menos lo esperemos, estaremos del otro lado.
Es así que no podemos darnos el lujo de que nada nos desaliente, de que nada nos haga perder el tiempo, porque cada minuto es precioso y pasa muy rápido. La distracción, la preocupación, la malinterpretación, quizás, sobre lo que otros hagan, pueden llegar a bloquearnos.
Éstas y otras armas serán usadas hacia nosotros, para distraernos, para hacernos perder el tiempo, para que perdamos la fe, para que nos desalentemos. Todo esto tiene otro fin : si te desalientas, perderás de vista lo que Dios te encomendó hacer, quizás dejarás de hacerlo completamente, perdido en el círculo laberíntico de tus pensamientos y preocupaciones.
No lo permitas. No dejes que el diablo te robe lo que Dios puso en tu corazón.
Él te llamó para grandes cosas. Cosas que tú ni imaginas, que quizás ni siquiera habías soñado cuando decidiste obedecer a Dios.
Pero Él es siempre bueno con sus hijos. Él siempre acude de alguna manera para alentarnos, para que no dejemos de hacer lo que debíamos estar haciendo, simplemente porque algo nos desalentó.
Confía en el Señor y ponte en Sus Manos amorosas y fieles. Porque Él nunca nos falla. Él sabe por qué te dio ese llamado.
Quizás nadie más lo sepa por el momento. Quizás ni tú mismo comprendas por qué te lo dio ... por el momento.
Pero Él sabe todas las cosas. Tienes que obedecerle pues le darás cuenta cuando el momento llegue.
Él preguntará :¿Qué hiciste, hijo mío, con el talento que te di?
La respuesta correcta no es : lo dejé dormir en un cajón. Esa no es la respuesta correcta. La respuesta correcta es : lo usé según me guiaste, Señor. Quizás no lo hice a la perfección. Quizás cometí muchos errores en el camino, pero puse mi corazón dispuesto para que mi don estuviera a tu servicio.
A ese siervo el Señor dirá : siéntate a mi mesa y recibe el premio, hijo mío. Has sido fiel en lo poco que te encargué en la tierra. Ahora te pondré sobre otros negocios más grandes que tú no imaginabas que existían, durante tu caminar por allí. Entra en el gozo de tu Señor.

viernes, 14 de marzo de 2014

SALIENDO DEL DESIERTO (última parte)


Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Santiago 1:5

Como vimos ayer y anteayer, los dos primeros pasos para salir del desierto son :
1) dejar de esforzarme en la carne ,   y aceptar la Gracia de Dios como parte de una vida normal cristiana.
2) Desatarme del pasado y de las personas que me han hecho algún daño, mediante el acto de perdonar.

El desierto es la consecuencia de los caminos de la carne, es decir nuestros caminos. Dios tiene un Plan de Bendición para todos y cada uno de Sus hijos, pero cuando pretendemos vivir según nuestra prudencia y nuestras ideas, caemos inevitablemente en un desierto sin fin. Por el contrario, desde el momento en que nos damos cuenta, en que nos arrepentimos y decidimos hacerle caso al Señor, pasamos de los caminos que llevan al fracaso (los nuestros), a los caminos que llevan a la victoria : los Suyos. “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Isaías 55 : 8-9.

Hay quienes piensan que Dios es “misterioso”. Que Sus caminos no podemos conocerlos. Pero el Señor nos dice todo lo contrario. “¿No clama la sabiduría,  Y da su voz la inteligencia?” Proverbios 8:1. “Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo. Proverbios 4:20-22.

Dios siempre está hablando. Dios siempre nos está guiando. Somos nosotros los que no permanecemos “atentos” a Su sabiduría y a Sus indicaciones para nuestro bien.

Así que el tercer paso para salir del desierto es empezar a oír Su voz. ¿Cómo?

Dios nos habla a través de Su Palabra. Ella es la carta abierta para nuestra vida y cada vez que seguimos sus indicaciones nos encaminamos hacia lo bueno tanto para nuestra vida como para la de los demás. La verdad es que el Señor no nos revela el plan completo, nos lleva paso a paso, pero SIEMPRE NOS DA RESPUESTAS. Es importante que tengamos confianza en eso.

 Santiago dice que el hombre que pide sabiduría y está dudando si Dios le contestará, no está en condiciones de oír la voz de Dios. Ten confianza. Tu Padre te ama y estaba deseando que te decidieras a seguir Sus métodos en lugar de los tuyos. Así que tiene algo para decirte. Búscalo en la Palabra. Apaga el televisor y la radio y busca Su Rostro en oración sencilla. Cuando obtengas la respuesta, tómala, es tuya. La promesa que Dios te ha dado es para creerla y tomarla, para que la consideres como un hecho y para que pongas por obra lo que te indicó que debes hacer.

 A veces será algo inmediato, que debes hacer ahora, o en los días que siguen. Otras veces es un anuncio de algo que sucederá siempre y cuando colabores para que eso suceda, es decir, que obedezcas.

La obediencia es el cuarto paso y tan importante como pedir la guía del Señor. Él no pone en nosotros cargas imposibles de llevar. Lo que El indique es algo posible, algo que puedes hacer, no algo que no harías de ninguna manera. Sin embargo, puede que te parezca poco lógico lo que Él diga. Puede que pienses : ¿Cómo es que esto va a funcionar? Pero siempre han sido así las indicaciones de Dios. Cuando la viuda de Sarepta se estaba por morir de hambre junto con su hijo, el profeta de Dios le pidió que con la harina y el aceite que tenía cocinara primero para él. Parece una proposición cruel y egoísta, pero el profeta sabía de parte de Dios que aquella mujer sería bendecida haciendo de esta manera, y así fue. Cuando Dios le dijo a Abraham que se fuera de su tierra y que dejara a su parentela a una tierra que luego le mostraría parecía muy loco, pero era la verdad. Y se cumplió lo que Dios decía de que Abraham sería bendito y sería de bendición para todas las familias de la tierra. Las indicaciones del Señor siempre están basadas en Sus Conocimientos de lo que está pasando, no en lo que nosotros sabemos, que es menos de lo que Él sabe. Sus consejos están basados en Sus leyes, que están por encima de nuestros caminos o pensamientos. Así que confiemos. Si Él nos da un consejo es porque ESE CONSEJO FUNCIONA. Ese método que Él nos dio, funciona. No dudemos del Amor y de la fidelidad de nuestro Dios.
Oración : Padre Celestial : Hoy vengo a ti confiado, sabiendo que Tus caminos son más altos que mis caminos, y Tus pensamientos más altos que mis pensamientos. Tú tienes la puerta de salida de este desierto. Busco tu Rostro y te pido sabiduría para saber qué hacer. Ahora creo que me la das, Señor, porque Tú eres fiel y deseas bendecirme. Gracias desde ya por esta preciosa respuesta, Señor. Sé que no hay otro camino en el que yo pueda confiar que el que Tú tienes para mí. Sé que no hay otro consejo que me pueda servir que el que Tú me das, Señor, así que , como estoy deseando salir de este desierto, te escucharé y obedeceré, te creeré. Gracias, Señor, en el Nombre de Jesús, amén

jueves, 13 de marzo de 2014

SALIENDO DEL DESIERTO (parte 2)


Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas. Marcos 11:25-26

Ayer vimos que el primer paso para salir de un desierto en nuestras vidas es dejar de pensar como si no hubiéramos sido redimidos. Abandonar la mente de esclavos y los métodos carnales y personales. Aceptar la Gracia como un regalo y la provisión de Dios como algo natural en la vida de un hijo que tiene un Buen Padre.

Ahora, parte de nuestra mentalidad de esclavos es la mentalidad de falta de perdón. Guardamos rencor hacia personas que nos hirieron o que cometieron contra nosotros errores muy grandes y llevamos esto dentro de nosotros aún después de haber entrado por la puerta de la Gracia.

Pero el Señor es muy claro al respecto : Tú recibiste de gracia todo perdón, así que también debes perdonar, no importa si tu enojo es totalmente justo. El enojo humano no obra la justicia de Dios. Por más que nos enojemos, este enojo no tiene el poder de hacer justicia. Más bien es lo contrario : nos transforma en lo que nunca quisimos ser : personas amargadas, con un pedazo oscuro en nuestro corazón. Y esta mancha oscura se refleja por donde vamos, hablemos de ello o no.

Necesitamos sanar. Necesitamos olvidar. Necesitamos liberarnos de una carga que no desearíamos  seguir llevando.   

Si bien  en las murmuraciones del pueblo de Israel en el desierto no oímos mucho la palabra “rencor”, sí está subyacente en todo lo que dicen  la amargura. Esta amargura viene del maltrato que sufrieron durante toda su vida. Este maltrato quedó tan grabado a fuego, tan marcado hasta lo profundo de ellos mismos que les impide entrar en la confianza de que con Dios en sus vidas todo puede cambiar. Ellos no lo creen. Ellos quedaron atados al pasado.

Y la falta de perdón tiene mucho que ver con estar atado al pasado. Aquellas cosas que nos marcaron en el pasado, si tienes a Jesús, puedes sacudírtelas y decidir que no formarán parte de tu presente ni de tu futuro. ¿Por qué? Porque no forman parte del Plan de Dios para ti. Su Plan es superior y no está contaminado con nada de las cosas malas de tu pasado. Pero hay una condición para alcanzarlo, y es embeberte de lo nuevo de Dios. Sus promesas, todo lo bueno que está escrito en la Palabra para tu vida solo puede entrar si tomas la decisión de calidad de perdonar.  

Dios dice claramente en Su Palabra que cada vez que vengo a orar, si no he perdonado a alguien en algo, mi oración no será escuchada. Imagínate cuán grave es esto de estar con un corazón limpio!

La mentalidad de falta de perdón solo servirá para bloquear las bendiciones que Dios quiere derramar sobre mí, porque El dice que no podrá perdonarme a mí si yo no perdono a mi hermano, o a cualquiera que me ofenda en algo. Claro que el perdón de mis pecados para salvación sigue vigente, de otra manera Dios perdería a muchos de sus hijos, no se trata de eso  Pero sí se refiere a que puedas vivir en una tierra de bendición mientras todavía no te fuiste al cielo. En el cielo no necesitarás reclamar promesas ni hacer peticiones, pues está todo provisto allí. Esta Palabra es para nosotros hoy, para el momento presente. El que perdona, entra en la tierra de las promesas y es escuchado y recibe todo lo que pida. ¿Puedes creerlo?

Es fundamental, si deseas que Dios te conteste en todo lo que pidas, que tu corazón esté libre de la falta de perdón, del mal recuerdo, de la amargura y del rencor. Esto significa :

. 1) perdonar a quien o quienes me ofendieron o aún me ofenden hoy. Es decir : dejar de pensar que esas personas merecen ser castigadas. Cuando empiezo a confiar en el Señor, se las entrego a El para que sea El quien las lleve a arrepentimiento y que a su vez pueda bendecirlas cuando su actitud se lo permita. Bendecir a esas personas es un indicio de que las perdoné realmente.

2) Echar sobre el Señor toda preocupación sobre esas personas, sobre lo que pudieran hacer o sobre las consecuencias de lo que ya hicieron. No tengo que estar vigilando para saber si Dios obró en esas personas o no. Tengo que dejarlas ir. Después que se las entregué al Señor, tengo que dejar de preocuparme, confiar en El, y seguir mi camino, no mirar más qué pasó, porque yo paso a otro tema, doy vuelta la hoja con la ayuda sobrenatural de Dios.

3) Olvidar lo que me fue hecho. Renovar mi mente con la mente de Cristo.

Alguien dijo alguna vez que un sentimiento viene por una idea que tenemos, y una idea es algo que se puede sustituir, una por otra. Si esto lo practica gente que no conoce a Dios y por esfuerzo lo logran, ¿cuánto más un hijo de Dios que tiene el Espíritu Santo? Es nuestro deber ejercitarnos en cambiar la idea negativa por una que contenga las bendiciones de Dios. Cada vez que el diablo me quiera recordar algo viejo, que pasó, tengo que resistirlo poniendo en lugar de esa idea, la que me da la Palabra de Dios.

El perdón es eso también : una renovación del entendimiento, como dice Romanos 12:2. Dios quiere bendecirme abundantemente, el problema es que lo hace a través de las ideas que salen de Su Palabra, no a través de mis patrones viejos.

Cuando no perdono, de alguna manera hago responsable a otro de mi felicidad o de los hechos que me rodean, aún de mi desierto. Pero la verdad es que esas personas no tienen ningún poder, salvo el que yo quiera cederles. Dios sigue estando sentado en Su Trono, y El promete que si yo mantengo mi corazón libre de rencor y de malos recuerdos, es El quien voluntariamente escucha mis oraciones. Ellas no son impedidas cuando mantengo mi corazón limpio. En cambio si permito que cualquier sentimiento me domine, y que el enojo se convierta en deseo de venganza, mis oraciones no serán contestadas, Dios no podrá concederme las peticiones de mi corazón. 

Oración : Padre Celestial, hoy comprendo que para salir del desierto me hace falta perdonar y olvidar a quien me ofendió y aún a quien pudiera ofenderme hoy. Tomo autoridad contra la falta de perdón y la echo fuera de mi vida en el Nombre de Jesús. Te entrego a esas personas por las que me sentí herido y por tu Gracia creo que soy libre de toda preocupación. Las bendigo, Señor, sé que las llevarás a arrepentimiento y las ayudarás a alcanzar la bendición que yo también deseo para mí. Ahora me dispongo a renovar mi mente con Tu Palabra y con las ideas maravillosas que ella contiene, para edificarme y pensar en todo lo verdadero, todo lo honesto, todo lo bueno, todo lo justo, todo lo amable etc que dice tu Palabra. Sustituyo cada pensamiento malo, que venga a perturbar mi paz, con pensamientos de bien (Fil 4:8), y sé que recibo Tu bendición, que soy libre de toda atadura del pasado. Lo creo, porque eres Tú quien liberta a los cautivos y ya no estaré más cautivo de este lazo engañador. En el Nombre de Jesús, amén.

miércoles, 12 de marzo de 2014

SALIENDO DEL DESIERTO (parte 1)


Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto;  y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano del Señor en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto  para matar de hambre a toda esta multitud.  Éxodo 16:2 y 3
A primera vista, puede que nos sintamos inclinados a juzgar el sentimiento que los israelitas tenían mientras Dios los llevaba a la tierra prometida. Pero si analizamos bien, veremos que no estamos muy lejos de parecernos a ellos. Si bien estaban hartos de la esclavitud, y cuando Dios promete llevarlos a otro lado, para ser libres, les gusta la proposición,  no estaban preparados para la vida de fe. Cuando uno ha vivido como esclavo durante años, sin derechos, acostumbrado a  la mentalidad de recibir migajas, no se puede ver a sí mismo como una persona victoriosa, o que va a recibir la victoria.

Al principio, en su desesperación, ellos reciben la buena noticia : se irán para siempre de la esclavitud, qué genial. Están deseosos de salir del maltrato, del menosprecio, del duro trabajo, de ser tratados como ciudadanos de segunda, y empezar a ser protagonistas de la nueva historia que Dios preparó para ellos. Pero cuando el camino se hace largo, cuando no se ve más que arena y arena por delante, se olvidan de lo que Dios les prometió, y solo pueden aferrarse a lo que ya conocían.

 ¿Te suena familiar? Lo conocido, por más malo que sea, es un terreno que, de alguna manera, podemos manejar. Las promesas de lo bueno que vendrá, son cosas que no hemos visto, como dice el Señor “cosas que ojo no vió, ni oído oyó”, y entonces, cuando estás cansado del camino, te acuerdas de aquello que ya sabes cómo es.  El desierto es aburrido. La promesa, lejana. El maná : lo mismo todos los días. Entonces, la gente se empieza a acordar del lujo que veían todos los días en aquella tierra.   Egipto era un país próspero, lleno de ciencia humana, un país donde se creaban siempre cosas nuevas agradables a la vista. Un país donde el lujo abundaba, en ropas, arquitectura, sabiduría para construir y crear, y un país donde la comida no era solo un plato que se servía con el fin de nutrir, sino una elaboración que tenía como fin agradar al paladar. Se conocía el arte de mezclar las hierbas para dar un excelente sabor. Se conocía el arte de cocinar la carne de una manera deliciosa, y se conocía el arte de la degustación, el placer de la buena vida. Desde el punto de vista de calidad, Egipto conocía las primicias. Pero Egipto  era un país sin la bendición de Dios, por cuanto eran idólatras. La bendición más grande que experimenta  Egipto empieza cuando José llega allí. Él, como integrante del pueblo de Dios es la fuente de su mayor bendición, y vaya a saber qué habría sido de Egipto si José no hubiera interpretado aquellos sueños y administrado tan bien los víveres que quedaban en los años de hambre y escasez.  Pero Egipto se olvidó de la bendición que representaba el pueblo de Israel . Así que Dios decide que es el momento de salir de allí.   

Si bien es cierto que la promesa de Dios de llevarlos a la tierra de bendición era para ellos, el problema es que no la creían. Muy en el fondo, ellos pensaban que no se la merecían esa promesa. ¿Por qué? Porque miraban su pasado. La imagen de sí mismos estaba basada en lo que habían experimentado en el pasado. No olvidemos que eran los descendientes de los hijos de Jacob. Varias generaciones después, y que no habían vivido con José. Ya habían nacido en la esclavitud, así que no conocían otra cosa. Algo similar nos pasa a nosotros . Somos descendientes de Adán después de la caída y no nos acordamos, porque no lo vimos, cómo era esa hermosa relación que Adán tenía con Dios antes de pecar. El segundo Adán, Jesucristo, vino a revelárnosla. En su vida vemos cómo debe ser esa relación con Dios. Como fue su vida, llena de victoria, de bendición y de poder, debe ser la nuestra.

Ahora bien, si Israel quería llegar rápido a la tierra de bendición debía primeramente dejar atrás la mente de esclavo. Esa era la razón por la que siguieran  dando vueltas en el desierto. El desierto continúa en nuestras vidas porque no creemos en las promesas de Dios. Solo miramos lo que se ve y no nos apoyamos en lo que Dios dice sobre nosotros, que somos nuevas criaturas, que ya estamos benditos, que Dios dará toda provisión, y que “nada nos faltará”. Al empecinarnos en hacer las cosas a nuestra manera, aún para servir a Dios, en nuestras fuerzas, continuamos en el fracaso. Cuanto más rápido entendamos que tenemos que desprendernos de nuestra antigua forma de hacer las cosas y de esforzarnos en la carne para agradar a Dios, más rápido saldremos del desierto.

Debemos comprender que ya no somos lo que éramos antes de nacer de nuevo. Ya hay dentro de nosotros una nueva vida, y esta vida está a nuestro alcance en cada momento. Desde que creímos, fuimos trasladados de la tierra de tinieblas al Reino de Su Amado Hijo. Puede que no se pueda ver ahora, con los ojos visibles, pero el cristiano nacido de nuevo  ya cambió de dimensión, de país y de destino. Ya. Hoy. Todas las promesas de la Palabra de Dios son tuyas. No una parte. No las que “te ganaste”, sino todas. Para empezar a vivir una vida bendecida el primer paso es quitarse los esfuerzos carnales para ganárnoslas. No hay nada que podamos hacer para ganar la bendición de Dios. Él ya la  ganó para nosotros. No hay méritos personales para obtener la Gracia de Dios. Todos los méritos le pertenecen al Hijo, quien los pagó  muy caro para dárnoslos gratuitamente a nosotros.  Al momento en que comprendemos que no debemos buscar gloria, sino a El, como cuando le buscamos para salvación, allí el desierto se acaba y empezamos a beber del agua de manantial, y entramos en el oasis, en la tierra que fluye leche y miel.

Egipto no nos dio nada en el pasado y ten por seguro que no nos dará nada en el presente ni en el futuro. Pero la Gracia de Dios nos da todo. Recibamos hoy la gracia de entrar en las promesas de Dios. Es tan gratis como la salvación. Está incluída en el paquete de la salvación esa gracia. Créelo. Empieza a creerlo y a permitir que Dios renueve tu mente con las promesas de lo bueno y nuevo que tiene para ti.

Oración : Padre, hoy quiero reconocer que cuando nací de nuevo recibí, además de la salvación,  la entrada gratuita a tu Gracia. No me merezco ninguna de tus promesas, ni de tus bendiciones, pero reconozco que Tú me las das todas en forma completamente GRATUITA. No necesito ganármelas. Puedo, al fin, dejar de esforzarme por agradarte en mis propias fuerzas. Sé que nada de lo que yo idee o invente será de gran ayuda para tu obra. Pero ahora me dispongo a recibir lo que Tú has provisto para mí. Así como un día recibí la salvación, ahora quiero entrar por la puerta de la gracia y salir del desierto del esfuerzo personal y carnal. Gracias, Señor. Es un alivio no tener que llevar esta carga nunca más. Entro por fe en la tierra de tus promesas y acepto salir de este desierto. En el Nombre de Jesús. Amén.    .