domingo, 24 de enero de 2010

FE Y PERDON

Uno de los grandes problemas con los que debemos luchar los cristianos es la falta de fe. No digo la ausencia total de ella, ya que a cada uno, desde el momento en que creímos en Jesucristo, se nos fue dada una medida de fe :  como se nos da un don.
Pero  a la fe que utilizamos en el momento de creer, parece que no le hicieramos más caso en nuestro caminar diario y en lo que nos  propone el Señor hacer.
Si leemos el nuevo testamento, cuántas veces se nos recuerda la importancia de creer. ¡Cuán importante es creer para obtener !!!
Esto es indispensable. Jesus alabó la fe cada vez que esta se produjo en alguno de los seres humanos que se le acercaban.
Porque pongámonos en el contexto  del nuevo testamento. ¿Cuántos verdaderamente se acercaban a El porque creían que era el Mesías enviado? Seguro que no fue la mayoría. Y, ¿cuántos más en cambio se le aproximarían para obtener algún milagro, algún beneficio, ya que habían comprendido que donde iba Jesús estaba la bendición?
Sí, Jesús alabó la fe de aquel que creía en El. Esa fue la fe que alabó, porque milagreros siempre hubo en el mundo, dicho esto con todo respeto del Señor, ya que El no era un milagrero. El hacía misericordia con toda la gente porque tenía compasión de ella y al mismo tiempo mostraba Quién era El a través de esos milagros.

 El mundo no ha cambiado. Sigue habiendo enfermos, gente pobre y desesperada, gente obsesionada y enfermos psiquiátricos. Todo sigue en el mismo orden.
Jesús tampoco ha cambiado. El sigue siendo el Mesías que, prometió, volverá. El sigue teniendo misericordia y muchas veces sana y quita demonios solamente por la compasión que le inspira la gente, ni siquiera porque creen totalmente en El. Pero El sigue agradándose en la verdadera fe. Su meta sigue siendo la misma, ya que como El mismo no ha cambiado tampoco lo han hecho sus propósitos.
El desea que creamos en que el es el Hijo de Dios, el Enviado del Padre.
Y si ya hemos creído en El de esta manera, entonces El quiere aumentarnos la fe.
No nos quedemos con que " soy salvo ya". No tengo más nada que esperar. Ya me sé toda la Biblia de Génesis a Apocalipsis.  ¿Qué voy a aprender de nuevo?
Pues mucho. El Eterno, Aquel cuya Sabiduría excede todo conocimiento por supuesto que tiene muchas cosas más para sorprendernos. Tiene más para mostrarnos. Tiene revelaciones nuevas a manifestarnos.
No nos quedemos en el pasado. No nos estanquemos en que "una vez fue así".
La Palabra de Dios es viva. El versículo que ayer no me dijo nada hoy puede hablarme muy profundo.
Pero para que el Señor pueda manifestarse a nosotros hay una pequeña traba que tendremos que salvar y es la del perdón.
"Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas" Marcos 11 : 25
Y ¡vaya que nos enfrentamos siempre a algún desafio respecto del perdon !!
¡Cuántas veces somos heridos por una palabra, un gesto, una actitud !
Y en lugar de darle a Dios nuestra herida inmediatamente y olvidarla, nos la guardamos, pensando y repensando en lo que sucedió y nos hizo tanto mal. Porque las palabras tienen el poder de turbarnos, cuando vienen de otros, y también las actitudes. Muchas veces hasta nos bloquean en lo que estábamos haciendo y entonces tendemos a alejarnos de esa persona a la que creemos responsable de lo que nos pasa.
En realidad que nos afecte lo que otro haga no es responsabilidad del otro. Sobre todo teniendo al Señor Jesús y su Poder a nuestro alcance, sabemos que podemos librarnos de esa carga inmediatamente y que además nos conviene.
Porque si no le entregamos el problema a Dios, habrá una barrera entre El y nosotros.
¿Por qué?
Porque El nos perdonó, no es cierto? ¿No hizo El misericordia yendo a la cruz y tomando mi lugar? Y¿ no me aceptó cuando vine a El pidiéndole : oh Señor, he pecado contra ti, olvídalo, por favor, perdóname!!
¿No lo hizo El gratuitamente siendo el Santo y pudiendo reprocharme mi inconstancia en las promesas y mi debilidad para caer en lo que no se debe?
Sí. Instantáneamente recibí el perdón.
Entonces, ¿no es justo de toda justicia que yo perdone y olvide lo que me ha hecho otra persona de mi misma situación, es decir  humano y falible?
Pues, claro que sí.
Por eso es que El dice: ve y arregla tus cuentas con tu hermano y luego ven a Mí.
Es decir: perdona y olvida, mantén tu corazón limpio de todo rencor. Podré entonces derramar sobre ti mis Pensamientos, mis Planes y contarte todo lo que pienso hacer, como a alguien de mi confianza. Y además te prometo tener los oídos siempre abiertos para escuchar lo que tengas que decir. Serás para Mí especial tesoro.
¿No es eso maravilloso?
Fe y perdón, es lo que me hace falta para caminar con el Señor LIGERA COMO UNA PLUMA y SIEMPRE LIBRE como los que andan en el Espiritu, CON ALAS EXTENDIDAS COMO LAS AGUILAS, que alcanzan grandes alturas, sin preocuparse por las pequeñas cosas de acá.