jueves, 29 de julio de 2010

"... para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo"

Este texto de la Palabra de Dios nos habla de unanimidad. Unanimidad entre hermanos, es simplemente : un mismo ánimo.
Recuerdo cuando recién recibía Jesús como mi Salvador personal, cuando tomé conciencia de que El había llevado en Su Cuerpo todos mis pecados, y por lo tanto estaba limpia delante de Sus ojos. Fue una sensación maravillosa de paz y gozo, de seguridad en El. Inmediatamente a esa sensación se unió la otra:  que tengo hermanos.
Sí !!! No estamos solos, salvados para pasar nuestro tiempo con Jesucristo solamente !!
Es lo esencial, claro, pero tenemos que convivir con otros hermanos, otros rescatados, otros lavados por la sangre del Cordero.
Entonces hay dos experiencias que suceden, quizás al mismo tiempo : la primera : se enciende el fuego de la comunión y el amor cuando estamos en grupo, con otros cristianos en comunión, alabando, orando, escuchando la Palabra. No es lo mismo cuando la escuchamos solos que cuando estamos juntos.
"Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos igualmente en Uno"( Sal. 133, versión antigua). Igualmente ( todos iguales, porque todos hemos pasado por la misma experiencia de la salvación y la limpieza) en Uno. Ese Uno es Jesucristo. Estamos "cumplidos en El", somos uno "en El" y sin El no somos parientes.
Entonces la primera cosa de la que nos damos cuenta es de la comunión entre los hermanos, la alegría de estar juntos, la paz que nos inunda cuando cantamos juntos, o escuchamos la Palabra juntos.
La segunda experiencia que vivimos es que cuando hablamos entre nosotros, notamos que hay diferencias  de enfoque entre lo que vivimos unos y otros.
Sin embargo eso no debería separarnos pues el mismo Señor habla por la boca de Pablo: "unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo".
Unánimes : eso quiere decir, unidos como una misma alma, como una única alma. No es mi parte mirar lo que siente el hermano de al lado, ni juzgar su experiencia con Dios. Mi parte es "sentir la misma cosa", es decir el mismo Amor por Aquel que me salvó y rescató.
Entonces : de un solo ánimo, con la misma alegría y sentimiento, cantad, orad juntos, edificaos unos a otros. Esa es la inocencia del primer amor, cuando entramos en el cuerpo de Cristo. Es el sentimiento de que somos totalmente nuevos y vemos a los demas como "nuevos" también.
En ningún momento se nos dio una contraorden (que viniera del cielo) contraria a este sentimiento.
En ningún momento el Espíritu de Dios cambió su forma de pensar : mira, ahora tienes que empezar a ver  a los demas con una lupa, ver sus defectos, comparar si lo que sienten con respecto a lo que tu sientes es distinto, tratar de corregirlos, etc. No !!!
La orden ( no opción) es otra: amaos unos a otros como Yo os he amado.
No perdáis la mira en Mi, dice, el Señor, y a través de Mis ojos, todo se ve diferente.
"Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para la gloria de Dios" Romanos 15 : 7
Por lo tanto : recibámonos los unos a los otros como si fuera el Señor mismo quien nos visitara, con el mismo honor, el mismo respeto, la misma consideración.
Porque si hoy me dijeran: el Señor viene a almorzar a tu casa, ¿qué no haría para que El fuera feliz en mi casa? Pondría un extremo cuidado en todo lo que preparo. Cuidaría mi vocabulario, no para aparentar, como quien no tiene confianza, pues El lo sabe todo de mí, sino como quien recibe a Alguien delicado, Alguien de corazón sensible. Sí,  y no solamente para agradarle lo haría, sino porque sé que El tiene conocimientos superiores, de cosas desconocidas. Haría silencio, pues El tendría, seguramente algo para contarme, de cosas que no tienen nada que ver con las preocupaciones pequeñas de este mundo sino de cosas celestiales, de cosas que está preparando, de tesoros que ni ojo ha visto ni corazón ha imaginado aquí en la tierra. Seguro que hablaría menos y escucharía más.
Prepararía mi mesa con un cuidado excepcional. Pensaría en cuantas cosas tengo para ser agradecida. Y quizas cuando El llegara, ni siquiera tendríamos necesidad de hablar, pues ante "esa" mirada de poderoso amor, quién no se derretirá?
Si pensáramos más seguido que dentro del hermano, está también el Espíritu de Aquel que murió por mí, seguro que le trataría con más respeto. Si tomara conciencia de que realmente a este salvado voy a verle con ropas inmaculadas en el día de la resurrección, lo empezaría a observar como un verdadero habitante del Palacio Real. Y si todos y cada uno de nosotros empezara ver a su hermano de  esta manera, ¿qué creéis que pasaría?
La Iglesia (me refiero, no a la iglesia local, sino al Cuerpo completo de Cristo), sería un organismo viviente, un verdadero instrumento en las Manos de Aquel que le ideó. Las almas caerían como moscas, pues el Poder se manifestaría rápida y eficazmente.
El mundo creera que el Padre envio al Hijo, si estamos en unidad.
"Que sean perfectos en unidad, para que el mundo conzca que Tú me enviaste y que los has amado a ellos como también a Mi me has amado " Juan 17 : 23
Fue la oración del Señor, su petición al Padre antes de partir.
¿Estoy permitiendo que la respuesta del Padre sea contestada en mi vida?