sábado, 21 de mayo de 2011

Obteniendo respuestas a nuestras oraciones

Hoy quería hablar de una promesa entre las promesas, que nos da la clave para comprender por qué es que hay cristianos que reciben una respuesta a sus oraciones y otros que no.
Leamos 2 Corintios capítulo 1, versículo 20 :
"Porque todas las promesas de Dios son en El sí, y en El Amén, por medio de nosotros para gloria de Dios."
Primeramente encontramos una idea alentadora para todo cristiano que la lea:
Todas las promesas que se hallan en la Biblia tienen un sí como respuesta.
Es importante que nos demos cuenta de esta realidad. Durante mucho tiempo creí erróneamente que quizás  yo no tenía derecho a disfrutar de todas las promesas de Dios, o que tenía que llegar a un nivel espiritual de merecimiento para obtenerlas. Esto es falso.
No es necesario un cierto nivel de conocimiento para que una promesa hecha por Dios me pertenezca.
Sin embargo si se nos explica que hay dos condiciones :
Leamos bien nuevamente esta porción de la Escritura:
"Porque todas las promesas  de Dios son EN EL sí y EN EL amén..."
En El. Quién es El?
Si vamos un poco antes en el capítulo de 2 Corintios encontramos que nos está hablando de Jesucristo.
Es decir que quien está en El, tiene acceso a toda promesa hecha por Dios en la Palabra. Si ! A todas.
Qué quiere decir estar en El ?
Están en Jesucristo quienes le han aceptado como Salvador personal y Señor de sus vidas.
Es decir que todo aquel que ha conocido al Señor Jesucristo y le ha aceptado como salvador, naciendo así de nuevo, tiene acceso a las promesas de Dios que están en la Palabra. Porque al nacer de nuevo, entramos a formar parte del Cuerpo de Cristo.
Leamos : "Así muchos somos un cuerpo en Cristo, mas todos miembros los unos de los otros" Romanos 12 :5, y también :
"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas." 2 Corintios 5:17.
Es decir que desde que nacimos de nuevo, estamos en Cristo, comenzamos a formar parte del cuerpo de Cristo y entonces cumplimos la primera condición para tener el SI de Dios con respecto a Sus Promesas.
En resumen : todo cristiano, todo renacido,  puede reclamar una promesa divina, hecha en la Palabra de Dios y obtenerla.
Ahora veamos la segunda condición :
Dice el texto principal que estamos viendo que la promesa es Sí y Amén " ... por medio de nosotros"
¡ Ah!, he aquí la clave : no sin nosotros
Las promesas de  Dios no se cumplirán automáticamente solo porque están escritas allí. Si bien es cierto que, desde que nacemos de nuevo muchas bendiciones se derraman sobre nuestra vida porque estamos en la Gracia, y por ella ya hemos salido de la maldición de Adán, Dios desea que crezcamos y pasemos de ser bebés que son alimentados de leche, a jóvenes y adultos en Cristo que comienzan a dar los pasos de fe.
Leamos :
"Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios:" Colosenses 1 : 10.
Al bebé se lo alimenta. Basta que llore para que se le sirva con amor, pues está indefenso de otra manera. En el Reino de Dios, cuando nacemos de nuevo, es normal que se nos alimente y se nos den muchas bendiciones sin mediar nuestra participación, porque aún somos niños y el niño necesita de cuidados externos, aún no éstá hábil para desenvolverse solo. Pero a medida que un niño va creciendo se le van dando responsabilidades, y no sería normal que un adolescente siguiera recibiendo la misma protección que un bebé. De allí que el Señor desea que aprendamos a tomar Sus promesas y a servirnos de ellas, pues para eso nos las dio.
Por eso dice : "por medio de nosotros, para gloria de Dios"
Dios se glorificará cuando yo use las promesas, cuando las tome, las haga mías y éstas vengan a ser en realidades de cambio.
Dios no se glorifica en mi necesidad, en mi tristeza, ni en mi enfermedad. Dios se glorifica en ver hijos sanos crecer.
Pongámoslo así :
Un padre de familia no se agrada en obligar a sus hijos a quedarse inmaduros para siempre y depender de él. Sería una tristeza muy grande para un padre enterarse que sus hijos nunca crecerán, ni desarrollarán habilidades en la vida. Lo mismo pasa con nuestro Padre Celestial. El nos ha dado desafíos.
Cuando acepto el desafío y me tomo de la promesa que El me está regalando, y le digo : eres mía, promesa y no te dejaré, sino que la reclamaré a mi Padre que está en los cielos. Allí le estoy dando gloria a Dios.
Allí estoy honrando Su Nombre.
No lo honro diciendo : ah... de repente es la voluntad de Dios que yo pase necesidad, ay de mí. Ah... de repente es la voluntad de Dios que yo esté enfermo....
Eso es tratar a nuestro Padre de mal padre, ya que ninguno de nosotros tendría a un hijo como pordiosero, ni permitiría que le faltara el pan sobre la mesa. Es más cualquier buen padre o madre se siente feliz de hacer regalos a sus hijos. (leamos Mateo 6 :30)
Así también es Dios. Es más que generoso al darnos tantas promesas que TENEMOS QUE RECLAMAR POR FE.
Si no la reclamo, Dios me mira con tristeza y espera a que me dé cuenta que se la tengo que pedir. Pero tengo que pedir en estas condiciones : sabiendo que esa promesa es para mí, no porque me la merezca, no porque me la gané, sino porque Jesucristo la ganó por mí.
Claro ... Jesucristo vino a este mundo y sufrió la cruz, para salvarme, sí y darme vida eterna. Pero quizás no comprendí aún que esa vida eterna YA ESTÁ OBRANDO AHORA.
Desde el momento en que recibo al Espíritu Santo de la promesa, tengo una nueva vida, nuevas leyes que están gobernando y nuevas obras, como leímos en Colosenses. Parte de esas obras es alcanzar las promesas... mientras estoy aquí en la tierra. Si pienso en comenzar a alcanzar las promesas en el cielo me equivoco, pues en el cielo no tendré que luchar por nada, ya terminó la batalla. Es ahora el momento de la lucha espiritual.
En el cielo habrá los premios que habré ganado aquí también para el cielo, pero una de las batallas que debo ganar aquí y ahora para crecer en fe es alcanzar las promesas que El me dio para aquí. No nos equivoquemos : los premios que hay en el cielo se ganan aquí, buscando primeramente el Reino de Dios y Su Justicia. Ahora bien. ¿No es parte del Reino de Dios que mi provisión aquí sea sobrenatural y no provocada por búsquedas terrenas que vienen de mi incredulidad en que Dios puede proveerme todo?
Porque si busco proveerme a mí mismo aquí y ahora es porque no creí en las Promesas que Dios me dio para aquí. Dios no me niega la provisión, me la da. y en esa fe, en ese crecimiento de fe, voy alcanzando las promesas para las almas, para mi vida personal, para que en el cielo se me diga . buen siervo y fiel.
Honremos al Padre Bueno que nos regaló tantas preciosas y grandísimas promesas. No dudemos más de Su Amor, pues El nos dio todo. Sí : TODO.
"Así que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro
Sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir; todo es vuestro; 
Y vosotros de Cristo; y Cristo de Dios." 1 Corintios 3 : 21-23
Así que cuando nazco de nuevo se me dan las bendiciones automáticamente pues cambié de Reino.
En la medida en que el tiempo de mi crecimiento llega, se me van dando desafíos para que yo aprenda a utilizar las promesas.
Y todo esto es para la Gloria de Dios, esto glorifica Su Nombre y Honra su Bondad.

miércoles, 18 de mayo de 2011

El yelmo de salvación

Me encanta leer en Efesios 6 cuando se nos habla de vestirnos de la armadura de Dios. Siempre me han gustado las películas que muestran en tiempos antiguos las batallas de hombres heroicos que luchan por el honor, y esta figura enseguida me hizo pensar en una de esas batallas.
Entre las partes de la armadura, una que llama poderosamente mi atención es el yelmo. Protector de la cabeza, es decir de los pensamientos, el yelmo es importantísimo si queremos estar en buen estado de salud espiritual.
Pero no solamente para estar en buen estado espiritual es que se nos da el yelmo. Una mente que no está clara se distrae y no puede "ver" hacia quién apunta, y se puede equivocar de blanco al defenderse. Es por eso que Dios desea que nuestra mente esté despejada y llena de buenas cosas, no de pensamientos equivocados.
Ahora bien, ¿Cómo es que se producen estos pensamientos equivocados? En parte, y nuestro trabajo particular será de analizarlos y echarlos fuera, de experiencias pasadas que nos han marcado. Solo puedo quitarme esas ideas si estoy lleno de las ideas de salvación, si me estoy revistiendo de los pensamientos renovados y viéndome con nuevos ojos, los ojos con que Dios me ve. Entonces ya no seré el/la viejo/a yo, sino una nueva criatura, que lo soy, pero las viejas ideas impiden ver quiénes somos ahora.
Es curioso que si no me pongo el yelmo, si no permito que esta protección divina me cubra con sus nuevas ideas, seguiré funcionando como si no tuviera a Dios en mi vida : las mismas reacciones, los mismos temores, siempre manipulados por las circunstancias, etc.
Ahora bien, las experiencias pasadas también pueden ser usadas por el enemigo, aquel contra quien estamos luchando, pues en la forma de pensamientos, vendrán los viejos temores a atacarnos. Es como que alguien está muy interesado en que no olvidemos lo malo, en que lo tengamos presente y así mantenernos continuamente manipulados, bajo su dominio. Es que el viejo hombre (lo que llamamos "la carne") nunca dejará de estar bajo el dominio del enemigo aquí en la tierra. Es por eso que ahora que soy en la nueva criatura, no tengo que escuchar más lo que dice la vieja naturaleza, pues de ella no obtendré nada bueno.
Así que el yelmo también me servirá de orejera. ¡Sí! El yelmo me puede aislar de oír lo que no debo y así tener una vista clara de lo que realmente está sucediendo a mi alrededor.
Así que el yelmo es la imagen correcta de la nueva criatura que ahora soy. Es la nueva imagen, reflejo de Cristo. Son las buenas nuevas ideas que Dios ha puesto en mí y quiere que yo las alimente por medio de la Palabra.
Cuando alimento mi mente y corazón con la Palabra de Dios el yelmo se hace espeso, y no oigo las amenazas de mi enemigo sino que me concentro en derrotarlo, pues distingo sus movimientos.
Así que no veré en otras personas enemigos sino víctimas.
Pues sin Cristo, yo también estaría reaccionando de la misma forma, pero en Cristo todo cambia, en Cristo tengo el cristal de aumento perfecto y "sé" lo que quien no le conoce no puede saber, pues está ciego.
Ten ánimo y ponte el yelmo. Tú no eres más tu viejo yo. Deja entonces esos viejos pensamientos que de nada te sirven, y alimenta los nuevos leyendo las promesas de la Palabra y meditando en ellas (repitiéndolas y pensando en ellas durante todo el día).
Y donde está la Palabra de Dios, el diablo no puede entrar. Si es necesario repítela en voz alta, pues cuando hablamos nuestra mente escucha lo que decimos.
Ejercítate en ello y obtendrás la victoria.