miércoles, 18 de mayo de 2011

El yelmo de salvación

Me encanta leer en Efesios 6 cuando se nos habla de vestirnos de la armadura de Dios. Siempre me han gustado las películas que muestran en tiempos antiguos las batallas de hombres heroicos que luchan por el honor, y esta figura enseguida me hizo pensar en una de esas batallas.
Entre las partes de la armadura, una que llama poderosamente mi atención es el yelmo. Protector de la cabeza, es decir de los pensamientos, el yelmo es importantísimo si queremos estar en buen estado de salud espiritual.
Pero no solamente para estar en buen estado espiritual es que se nos da el yelmo. Una mente que no está clara se distrae y no puede "ver" hacia quién apunta, y se puede equivocar de blanco al defenderse. Es por eso que Dios desea que nuestra mente esté despejada y llena de buenas cosas, no de pensamientos equivocados.
Ahora bien, ¿Cómo es que se producen estos pensamientos equivocados? En parte, y nuestro trabajo particular será de analizarlos y echarlos fuera, de experiencias pasadas que nos han marcado. Solo puedo quitarme esas ideas si estoy lleno de las ideas de salvación, si me estoy revistiendo de los pensamientos renovados y viéndome con nuevos ojos, los ojos con que Dios me ve. Entonces ya no seré el/la viejo/a yo, sino una nueva criatura, que lo soy, pero las viejas ideas impiden ver quiénes somos ahora.
Es curioso que si no me pongo el yelmo, si no permito que esta protección divina me cubra con sus nuevas ideas, seguiré funcionando como si no tuviera a Dios en mi vida : las mismas reacciones, los mismos temores, siempre manipulados por las circunstancias, etc.
Ahora bien, las experiencias pasadas también pueden ser usadas por el enemigo, aquel contra quien estamos luchando, pues en la forma de pensamientos, vendrán los viejos temores a atacarnos. Es como que alguien está muy interesado en que no olvidemos lo malo, en que lo tengamos presente y así mantenernos continuamente manipulados, bajo su dominio. Es que el viejo hombre (lo que llamamos "la carne") nunca dejará de estar bajo el dominio del enemigo aquí en la tierra. Es por eso que ahora que soy en la nueva criatura, no tengo que escuchar más lo que dice la vieja naturaleza, pues de ella no obtendré nada bueno.
Así que el yelmo también me servirá de orejera. ¡Sí! El yelmo me puede aislar de oír lo que no debo y así tener una vista clara de lo que realmente está sucediendo a mi alrededor.
Así que el yelmo es la imagen correcta de la nueva criatura que ahora soy. Es la nueva imagen, reflejo de Cristo. Son las buenas nuevas ideas que Dios ha puesto en mí y quiere que yo las alimente por medio de la Palabra.
Cuando alimento mi mente y corazón con la Palabra de Dios el yelmo se hace espeso, y no oigo las amenazas de mi enemigo sino que me concentro en derrotarlo, pues distingo sus movimientos.
Así que no veré en otras personas enemigos sino víctimas.
Pues sin Cristo, yo también estaría reaccionando de la misma forma, pero en Cristo todo cambia, en Cristo tengo el cristal de aumento perfecto y "sé" lo que quien no le conoce no puede saber, pues está ciego.
Ten ánimo y ponte el yelmo. Tú no eres más tu viejo yo. Deja entonces esos viejos pensamientos que de nada te sirven, y alimenta los nuevos leyendo las promesas de la Palabra y meditando en ellas (repitiéndolas y pensando en ellas durante todo el día).
Y donde está la Palabra de Dios, el diablo no puede entrar. Si es necesario repítela en voz alta, pues cuando hablamos nuestra mente escucha lo que decimos.
Ejercítate en ello y obtendrás la victoria.