domingo, 21 de agosto de 2011

Guía de Dios

Y FUÉ en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino, y dílo al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia, 
Díjome el rey: ¿Por qué está triste tu rostro, pues no estás enfermo? No es esto sino quebranto de corazón. Entonces temí en gran manera. Nehemías capítulo 2, versos 1 y 2

Én el libro de Nehemías, desde el capítulo 1, leemos que Dios puso en el corazón de su siervo el volver a edificar un muro destruído. Nehemías estaba, como tantos otros judíos en aquel momento, bajo el dominio de un rey, del que no se sabían sus reacciones, como sucedía con la mayoría de los soberanos. Que un siervo se presentara delante del rey con tristeza, era castigado con la pena de muerte inmediatamente. La gente estaba librada a la voluntad del soberano, no tenía la posibilidad de elegir, ni de expresarse libremente. Los esclavos particularmente, servían entre otras cosas para que el rey estuviera "animado", es decir que no se permitía que un súbdito le diera al rey una ocasión a la tristeza. Se suponía que todo debía estar organizado para el beneplácito del rey. El pueblo solo servía para ese fin. Esas eran las monarquías de las que no queda ni el recuerdo en esta era.
El hecho es que Nehemías era un verdadero creyente, así que cuando se entera de que la ciudad santa  está en un estado deplorable, siente una gran carga. Es como que en lo más íntimo de su ser siente que lo que Dios quiera es más importante aún que su propia vida y comienza a orar y ayunar. Oraba en su interior, tanto al levantarse como al acostarse, pero también en cada momento del día, en medio de sus tareas que no serían pocas, pues la carga y la tristeza eran muy grandes. Y estaba tan triste que decidió introducir el ayuno en la oración. Eso sucede cuando algo muy grave nos ocurre. Si hemos sufrido una pérdida irreparable, si algo nos ha sucedido alguna vez que supere nuestras fuerzas para enfrentarlo, entonces entenderemos lo que Nehemías sintió en aquellos momentos. ¿Qué podría interesar a aquel rey mundano, a aquel rey que no entendía nada de Dios ni de sus planes, ni de sus servidores, ni de su ciudad especial, lo que afligía a un siervo, para él seguramente de muy poca importancia? Por eso Nehemías ora. Está pidiendo a Dios una solución de la que no se ve ninguna posibilidad. Estaba fuera de toda posibilidad esa solución. No entraba dentro de lo lógico, de lo que "se podía". Era imposible. El rey dominaba a los judíos. Su reino era idólatra, es decir que adoraban otros dioses, y del Dios de Israel no había ni conocimiento, ni interés.  Es más : había otras leyes a respetar, que eran consideradas por aquel sistema, como las únicas verdaderas y respetables.
Un poco como nos pasa hoy.
Pero, en medio de aquel reinado, en medio de aquel sistema que no tenía en cuenta a Dios ni sus leyes, y que lo ignoraba, un hombre siente un profundo deseo. Y es un deseo que agrada a Dios : el de reedificar el muro de la ciudad. Comprendamos bien la situación de Nehemías. No tenía derecho a hablar al rey de una cosa que no fuera de su interés. Ni se le pasaba por la mente mostrar su tristeza delante de gente que no entendería lo que estaba sucediendo. Pero sí podía hablar de su problema a Alguien que le podía escuchar.
Y oró y ayunó, dice la Biblia, durante meses. Pero su tristeza no la mostró delante del rey, hasta que un día no pudo más. Imaginemos la situación. Como Nehemías no se estaba alimentando bien desde hacía un tiempo largo, su delgadez debía ser notoria, pero sumada a ésta, quizás se le escapó un gesto al hombre de Dios. Un gesto que hizo pensar al soberano que su siervo estaba triste o simplemente su delgadez estaba siendo tan evidente que se veía demacrado .
Nehemías cuenta que el rey le "descubre el secreto". El rey le dice : "No es esto sino quebranto de corazón"
Entonces Nehemías teme en gran manera. ¿Por qué temería Nehemías?
El estaba esperando una respuesta de parte de Dios, pero al mismo tiempo sabe que en ese momento el rey tiene toda la autoridad para mandarlo matar. Entonces, Nehemías se juega el pellejo. Interiormente siente el temor que le susurra : eres hombre muerto, no le cuentes al rey la verdad, miente y saldrás ileso. Pero al mismo tiempo se da cuenta de que esta puede ser la oportunidad de que le sea permitido participar en alguna manera en la restauración del muro de Jerusalém. Este hombre se está diciendo a sí mismo : El estado de los muros me tiene verdaderamente afligido. Esta situación es tan intolerable para mí que preferiría morir antes que seguirme callando. Plantearé la causa delante del soberano y, si fracaso, que muera.
Esos son pensamientos de personas que están jugadas por alguna causa. Y uno no puede estar jugado si todo le da igual. Cuando una situación es intolerable, cuando es límite, entonces tenemos fuerzas para clamar a Dios y pedir la solución. Entonces tomaremos la respuesta que venga de Su Mano con fervor, y no pensaremos en el riesgo, ni dudaremos.
Y es lo que Nehemías está haciendo. Cuando el rey le expresa que él se ha dado cuenta de su tristeza, aunque el temor le está susurrando que puede morir, el instinto de conservación le está gritando que se calle, él toma la acción contraria y cuenta al rey lo que está en su corazón : "Y dije al rey: El rey viva para siempre. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas del fuego?" (v.3)
Imagino que en aquel momento se produjo un milagro en la historia de aquel pueblo mundano y de aquel sistema ateo, pues aunque la respuesta acostumbrada del rey hubiera sido : ¿Que le corten la cabeza a este siervo infiel que ha osado estar triste en mi presencia ! , no es eso lo que se produce. Imagino la expectativa de los que servían a la mesa en aquel momento, y el asombro ante lo que sucedió después, pues el rey, contra toda lógica, le pregunta aún :
"¿Qué cosa pides?"
Allí Nehemías muestra que es un hombre de oración, pues en lugar de pedir inmediatamente consulta a Aquel que le está dando la oportunidad, a Aquel que le está abriendo la puerta.
Nehemías no contesta al rey enseguida. Sino que ora "al Dios de los cielos" (v.4)
Se ve que Dios le confirma interiormente y entonces sí, pide lo que necesita. Y el rey, una vez más le concede lo que pidió.
Este es el hombre que dirigirá la reedificación del muro. Veremos, si seguimos leyendo la historia, que no fue sin oposición.
Cuando tenemos una gran petición, una gran obra a realizar, seguramente pediremos primero la confirmación a Dios para el momento exacto, para que se nos abra el camino.
Y cuando se nos abre, debemos caminar por él. Pero, ¡Cuidado!, se nos presentarán oposiciones, no será llano y liso el camino. Sin embargo, si perseveramos en oración, si realmente estamos en dependencia de Dios y no de las distracciones que se nos pudieran presentar, entonces alcanzaremos la victoria completa.
Tomemos ejemplo de este hombre de Dios y clamemos por aquello que es justo y bueno. Pidamos por aquello que realmente sabemos que es lo correcto y seguro que El nos responderá.
Una vez obtenida de El la guía, sigámosla. Una vez que hayamos comprendido la estrategia divina y los pasos a seguir, no dudemos, por más que se presenten otras batallas.
Nehemías obtuvo el favor más difícil, el del rey idólatra, pero lo obtuvo primero del Rey de reyes. Porque él decidió que quería el favor de Uno que es más grande.
 Comenzó la obra. Luego hubo otras amenazas menores, que no eran más que amenazas pues el Rey Dios le había concedido la aprobación de parte del soberano de aquella época.
Si tenemos el favor del Rey de reyes y Señor de señores, que es Justo, ¿quién se nos opondrá? ¿Quién tendrá suficiente fuerza como para vencernos?
No temamos en aquello que Dios nos ha encaminado a hacer. No volvamos atrás de aquello que sabemos que es lo mejor para nosotros. Y si vemos nubes a lo lejos, si oímos susurros negativos y palabras de duda, no las escuchemos. Seamos valientes, como Josué, como Nehemías, y alcanzaremos el cumplimiento del propósito de Dios en nuestras vidas.