sábado, 12 de noviembre de 2011

Sed de Dios

Mi alma es como un cántaro hueco, de por sí vacío. Mi alma tiene sed de algo puro y cristalino, de un bálsamo para aquietar sus incertidumbres. Y conozco Quien tiene el agua viva, pero a veces dejo pasar algún tiempo, y sigo caminando. . . y mi cántaro se va secando, y el polvo va cayendo sobre el agua que fue vertida ayer, y que refrescó hasta el fondo de la vasija.
Entonces en algún momento tomo conciencia, oh Maestro, que tengo sed de Ti, de esas Palabras tuyas que son como un río de agua viva que limpia, que quita todo lo viejo y lo que no servía para nada.
Y voy a Tus Pies y bebo. Y voy a Tus Pies y permito que me quites el polvo, que renueves mi alma y que me des nuevos pensamientos.
¿Por qué esperé tanto?, digo entonces. ¿Por qué dejé pasar el tiempo yendo tras otros consejos, buscando ayuda humana y apoyándome en lo perecedero?
Pero Tú no reprochas nada. Simplemente me recibes una vez más, con Tus brazos abiertos, y tu mirada comprensiva, aunque previniéndome : ¿ No era fácil venir a Mí, hijo, para que te diera vida?
Es una advertencia de consejo, no de reproche. Es como diciéndome : "No me gusta verte sufrir. Previene el dolor. Ven a Mí rápido antes de que eso que te hiere continúe trabajando.
Y entonces la Verdad te hará libre.
Entonces serás como los pájaros, que sobrevuelan las dificultades, y cuando viene el  invierno se escapan hacia donde es verano. Y para ti no habrá frío, ni sed, ni sequedad desierta. Porque Conmigo está el manantial de vida.
Porque Yo vine para que tengas vida, la verdadera vida, y de ésta, en abundancia", dice el Señor.
Autor desconocido