domingo, 11 de diciembre de 2011

Gigantes

Gigantes.
Ese es el nombre para obstáculos que se nos presentan cuyo aspecto les pone el rótulo de : INFRANQUEABLES.
Cómo nos impresionan estos muros sólidos, estas apariencias inaccesibles, estas rocas gigantes en nuestro camino !
Nos sentimos como hormigas, como objetos en un remolino del cual no tenemos el control.
Pero si bien quizás no podamos entender cómo se controla ese torbellino, o cómo se traspasa una muralla, o cómo se derriba un gigante, seguro que nuestro Padre lo sabe.
El es más grande que las montañas, que las cataratas del Niágara, o que el frío de los polos.
Dios puede. Solo requiere para hacerlo de nuestra confianza. Ya que es El el Dueño del Universo, solo nos queda ponerlo en Sus Manos. Entregarle nuestra inquietud, pero, hagámoslo, no solo mentalmente.
A veces uno dice : sí, pongo el asunto en las manos de Dios, pero no es cierto. No pedimos literalmente ayuda, sino que lo damos por sentado mentalmente y seguimos llevando la carga, la preocupación.
Nos sentamos a cavilar cómo podremos resolver el asunto, mientras creemos que con decir : está en las manos de Dios es suficiente.
Pero la verdad es que sólo cuando REALMENTE ME DOY CUENTA, de  que la situación no la puedo cambiar yo, que Dios intervendrá. Cuando voy a El y le cuento mi problema, con sinceridad y pidiendo ayuda, solo allí estaré voluntariamente poniendo el asunto en las manos de Dios.
Es un acto de entrega voluntario. Tengo que "soltar" mi preocupación, mi dolor, mis inquietudes, y también mis miedos del gigante, y darle el problema a mi Padre.
Entonces El interviene, llama a lo que no es como si fuese y borra a los enemigos de un plumazo. Ocurre rápidamente y sin esfuerzo de mi parte.
Dios sigue siendo Dios. No un ser humano cualquiera que cambia de opinión o que nos falla cuando las situaciones no se presentan favorables. Felizmente El no. El no cambia y si prometió algo lo hará, porque nunca miente.