martes, 4 de septiembre de 2012

Fuerzas

Hace un tiempo estaba buscando textos bíblicos referentes al tema de la fuerza para emprender cosas, y me pasó algo sorprendente. Mientras más leía, más encontraba que con respecto a las fuerzas era totalmente distinto que con la motivación, o el aliento de los cuales el Señor nos ordenaba disponer el corazón para obtenerlos.
En cuanto a la motivación, el Señor nos alienta con promesas, y en cuanto a tener ánimo, el Señor nos exhorta a disponernos con buen ánimo para las cosas, sin embargo con respecto a la fuerza el Señor me decía : la fuerza no es algo que dependa de ti. Realmente no me pareció muy alentador, pues no lo entendí. Veamos algunos pasajes :
"El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas" Isaías 40:29
"Dios es el que me ciñe de fuerza e hizo perfecto mi camino" Salmos 18:32
"El Señor es su fuerza" Salmos 28:8
"Tu Dios ha ordenado tu fuerza" Sal 68:28
Etc, etc
Entonces, me quedé sin nada que decir, realmente, hasta que hace unos días tuve un problema que me desalentó por completo, no podía pensar en otra cosa que el problema y no lograba concentrarme en nada. Perdí la motivación y el ánimo, y fue en ese momento en que el Señor me mostró lo que había querido decirme.
Tenemos preciosas y grandísimas promesas para que nos mantengamos motivados.
Pero llegará un momento en el que necesitaremos alentarnos a nosotros mismos para no perder de vista la promesa : eso es nuestro trabajo, y no se nos quita la responsabilidad en ese esfuerzo : volver a recordar las promesas del Señor en cada momento, cuando parecemos olvidarlas.
Pero habrá otros momentos, en que algo nos pasará que nos impedirá mantenernos firmes solo con nuestra voluntad de recordar la Palabra. Habrá luchas y en algún momento saldremos heridos.
Para esos momentos, cuando el dardo envenenado nos tira y nos rebaja hasta la tierra, cuando solo nos quede aliento para orar desde el corazón mismo, como un gemido indecible, es que viene la Fuerza de lo Alto.
Allí no tenemos fuerzas propias, no poseemos la capacidad para dominar la situación porque está por encima de nuestras posibilidades (y es muy bueno aceptarlo). En ese momento de baja de fuerzas, la oración dicha desde lo más profundo del corazón es escuchada y "el Señor da la orden ("ordena"), que mi fuerza venga desde lo Alto. Allí la fuerza viene directamente de Dios, no es algo creado por mí y mi única participación es aceptarla, recibirla y apoyarme en ella, porque será mi bastón hasta que el Señor me muestre la promesa cumplida.
Las promesas siguen estando allí para nosotros, pero para continuar creyéndolas necesitamos esa fuerza que viene de Dios, que es la única que nos puede sostener hasta ver con nuestros propios ojos la bendición hecha realidad.
No nos jactemos de nuestras fuerzas, confundiendo fuerza con entusiasmo o euforia. La fuerza viene de Dios y es con ella que se alcanza la victoria.
"No con ejército, ni con fuerza (humana), sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor de los ejércitos" Zacarías 4:6