sábado, 1 de junio de 2013



No temáis de la presencia del rey de Babilonia del cual tenéis temor,
no temáis de su presencia, ha dicho el Señor,
porque con vosotros estoy Yo para salvaros
y para libraros de su mano.
Jeremías 42:11

El rey de Babilonia es figura, en el momento actual de los espíritus que dominan en los distintos lugares donde vivimos.
La Biblia les llama : principados, potestades, gobernadores de estas tinieblas y malicias espirituales en los aires (ver versión 1909).
En una ciudad será la adoración a la cultura, a las tradiciones, en otro la violencia, la pobreza, la incitación al ocio y a la vagancia, etc, etc.
En cada país, las potestades que lo dominan influyen en las costumbres de su gente. De allí que, siempre tenemos que tomar autoridad antes de entrar en un lugar, un país, una ciudad, un barrio, para no ser afectados por las influencias que pueden atacarnos con sorpresa, pues quizás no las conocemos.
Dios nos exhorta a no temer esas fuerzas espirituales enemigas. Dios nos alienta a confiar, que ninguna de ellas nos podrá tocar, ni cambiar nuestras decisiones de amar y servir a Dios, y que nos protegerá y nos defenderá.
En muchas ocasiones he tenido que leer y releer esta Palabra, porque el Señor me la daba y cuando me la daba, primero la leía, pero luego la declaré.
Es importante creer lo que Dios nos dice en nuestro corazón pero también es fundamental que lo repitamos y lo digamos en voz alta, creyendo que esta declaración tiene la fuerza que viene de Dios mismo para protegernos de todo mal.
Peligros hay en todos lados. A veces nos dejamos convencer por un miedo en particular y pensamos que ese peligro es el más grande de todos, que quizás pueda más que lo que venimos declarando.
Pero la verdad es muy otra. La adversidad puede sorprendernos sin que estemos preparados, tanto en una ciudad donde el robo, la codicia, la envidia y la pobreza son la orden del día, como en un lugar próspero.
 Hace un tiempo tuve que tomar una decisión. Me parecía una locura lo que Dios proponía, me parecía que iba a enfrentar el caos. Obedecí pero a regañadientes, pues no me daba cuenta de que no debía tener temor. Uno se olvida de que la calamidad puede, si no obedecemos a Dios, sorprendernos en cualquier lado.
Cuando Él nos da una orden, por ejemplo : "sal de allí", "va a cierto lugar", etc, es porque Él sabe qué sucedería si hiciésemos lo contrario.
Dios no hace las cosas arbitrariamente. Dios nos protege de algún mal que el diablo tenía preparado.
En realidad no se necesita ser muy inteligente para ser libre del mal. Hay gente inteligentísima que cae en problemas todo el tiempo.
Lo único que se necesita es
1) Ponernos a escucharle a Él. Tomemos los oídos para oír que están dispuestos para nosotros. Pidamos a Dios que nos los abra.
2) Hacer lo que nos indique Él, no lo que pensamos, creemos o sentimos respecto a determinada situación. Eso no funcionará.
En realidad el verdadero sabio es quien obedece, porque, como Dios no se equivoca, todo le saldrá bien.
Así que no temamos los temores ni actuales ni antiguos, pues no prosperarán. Ningúna arma forjada contra un hijo o una hija de Dios prosperará.
Por el contrario, por un camino vendrá tu enemigo y por siete huirá. Y, créeme, tu enemigo no es una persona, ni un grupo de personas. Tu enemigo solo se derrota a nivel espiritual.
Oración : Gracias, Padre, porque Tú sabes siempre cómo librarme del temor. No en vano en tu Palabra se escribe tantas veces la frase : "No temas"
Muchas veces he confiado en mi propia inteligencia, como si con ella pudiera librarme de tantos y tantos peligros que nos acosan día a día. Pero esa inteligencia ha resultado siempre inútil en algún punto.
Toda mi prudencia no ha sido suficiente. Todas mis estrategias para escapar no han sido eficaces. Pero tu Palabra es eficaz. Tu Palabra es la que tiene el Poder y no nosotros.
Gracias, Señor,  por tu Palabra, tu Protección, y tu Consolación, ahora y siempre. En el Nombre de Jesús, Amén.