jueves, 28 de agosto de 2014

¿QUIERES SER SANO?


 “Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Y cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: “¿Quieres ser sano?”  Juan 5:5-6

38 años.

38 largos años de una enfermedad para la cual no había esperanza alguna.

Quien ha soportado el yugo de la enfermedad grave, de esa enfermedad que le quita todo a una persona, a veces hasta la dignidad, sabe de qué se habla aquí.

En 38 años pasan muchas cosas. Al principio la persona piensa que la dolencia se irá como vino. Si hasta el momento estaba sana, si hasta el comienzo de los síntomas todo iba bien, entonces todo volverá a estar bien. No puede ser de otra manera. Pero los síntomas no se van. La consulta al médico es inevitable. Puede que recibiera un tratamiento o varios. Pero el hecho es que esta persona ya se sentía tan débil que pasaba más tiempo acostada que levantada. Si bien podía bajar hasta el estanque donde un ángel descendía a agitar el agua (v.7), sus movimientos eran tan lentos que cualquier otro enfermo llegaba al agua antes que él.

Con todo aquel hombre seguía allí. No sabemos si venía cada día o si ya vivía frente al estanque. El hecho es que no había perdido la esperanza. Porque si la hubiera perdido, se habría ido.

Y aquel día, como durante tantos otros días, aquel hombre miraba fijamente las aguas, como el resto de la multitud de gente enferma que vigilaba lo mismo. Como el ángel pasaba “de tiempo en tiempo” (v. 4), no se sabía cuándo sucedería. Pero aquel hombre estaba seguro de una cosa: en tal caso él haría una vez más el esfuerzo de ponerse de pie. Una vez más comenzaría a levantar un pie delante del otro en el intento de caminar para alcanzar meterse en el agua.

En esta historia no se nos cuenta si el ángel pasó más tarde aquel día. Pero sí que se presentó allí otro más poderoso que él: el Señor de los ángeles, el Hijo del Dios viviente encarnado y caminando entre nosotros como un hombre más.

¿Quién hubiera dicho que Jesús, entre tantos hombres, era especial? No lo decían sus vestimentas. No lo decían sus facciones, ni su altura, ni su forma de andar.

Pero Sus palabras y Sus hechos lo decían.

Así, el hombre enfermo se encontró con el Hijo de Dios, y tuvieron una conversación.

El Hijo le preguntó algo que parecía obvio:

“¿Quieres ser sano?”

Parece una pregunta tonta. ¿No era acaso evidente que ese enfermo estaba allí como todos los demás enfermos esperando la llegada del ángel?

Sin embargo la pregunta del Señor va más profundo que eso. En realidad la pregunta del Señor quiere decir: ¿Realmente deseas recibir el toque de Dios?, ¿Realmente estás motivado?, ¿Realmente guardas la esperanza? ¿Todavía conservas la fe?

Es ésa la pregunta del Señor, y esa pregunta no es una idea arbitraria que al hombre Jesús se le ocurrió en aquel momento, no. Porque el hombre Jesús no hizo nada mientras estuvo en la tierra, que no fuera una idea del mismo Padre Celestial. Él mismo lo dice más adelante: “De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque TODO lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.”(Juan 5:19)

El Padre tiene compasión de la enfermedad. El Padre ha visto la enfermedad de este hombre, su sufrimiento, su cansancio, su desaliento, y también … su perseverancia en estar … otro día más frente al estanque.

Este hombre iba al estanque porque quizás ese día … tal vez ese día el ángel pasaría … tal vez ese día las aguas se moverían … tal vez ese día  las fuerzas le darían para llegar a tiempo … tal vez ese día sanaría. Pero concretamente ese hombre no tenía sino esperanzas. A los ojos de cualquiera parecerían esperanzas ilógicas pues no tenía fuerzas para correr, para adelantarse a algún otro y llegar primero.

Sin embargo, seguía perseverando. Seguía creyendo.

Y el Padre lo ve y Su corazón se conmueve.

Y aunque antes no había podido ayudarlo, porque Jesús aún no había comenzado su ministerio, ahora sí puede. Antes no tenía en la tierra a uno que hiciera TODO lo que Él hace, pero ahora lo tiene. Es Su Voluntad encarnada, y puede acercarse a ese hombre que espera lo imposible y preguntarle: “¿Todavía quieres ser sano?”, “¿Todavía esperas ser sano?”, “¿Todavía crees en Mí?”

Y entonces sucede el milagro: Jesús oye al Padre decir: “Que tome su lecho y que se comience a caminar. Ya di la orden. Ya lo sané.” Y el Hijo repite las Palabras salidas del corazón mismo del Padre :”Toma tu lecho y anda.” Ahora viene lo importante: si ese hombre no hubiera creído que ya estaba sano, se habría quedado en aquella cama esperando el día de su milagro. Él podría haberse preguntado: “¿Y quién es éste para decirme que me levante?”

Alguien podría decir que no lo diría pues Jesús era ya conocido por sus milagros y sus buenas obras. Pero este hombre enfermo no sabía que quien le hablaba era Jesús (versos 12 y 13).

No sabía. Sin embargo, igualmente, porque no tiene nada que perder, porque de todas maneras si no es cierto solo le queda seguir esperando con los demás enfermos frente al estanque, decide hacer la prueba.

Dios ama profundamente a  todos los enfermos. Pero éste obtiene su bendición porque decide obedecer la Palabra que, se dijo, bien podía venir de Dios.

Decidió darle una oportunidad a Dios.

Hay quienes aún no están muy seguros cuando se les plantea el mensaje de Jesús. Pero igualmente deciden darle una oportunidad a Dios. Se dicen : “Ya lo intenté a mi manera”, o “ ya lo intenté a la manera de otros”, o “¿Qué más puedo perder? Le daré una oportunidad a Jesús. Le daré una oportunidad a Dios”. Y Dios premia esa actitud de corazón. ¿Por qué? Porque para trabajar en nosotros, Dios necesita la fe. La fe es el material por el cual Dios puede obrar en nosotros. Si no hemos recibido nada, no es porque Él no quisiera dárnoslo, sino por nuestra falta de fe.

Como dice Hebreos 11:6 : “Es necesario que (todo aquel que) se acerca a Dios crea que le hay (es decir, que existe un Dios) y que es galardonador de los que le buscan”.

La vía de comunicación entre Dios y nosotros es la fe. Sin fe es imposible entrar en contacto con lo que Él quiere transmitirnos. Es necesario entonces, primeramente creer que Él existe, pero también que Él está deseando premiar a quienes lo buscan. Es NECESARIO. Es parte de lo que necesitamos para ser bendecidos. Pare recibir de Él, tanto para nuestro espíritu, como para nuestra alma, como para nuestro cuerpo. Para TODO en nuestra vida necesitamos la fe.

Este hombre probó la bondad del Señor. Se decidió, pues no tenía nada que perder, pues ya lo había intentado todo, a hacer lo que nos aconseja el salmo 34 : “Gusta ( esto es PRUEBA) y ve que el Señor es bueno”

El Señor  es bueno. El que había estado debilitado durante 38 largos años se puso de pie, contra toda expectativa. Caminó sin sentirse cansado. Caminó como una persona completamente sana.

Así sucede a cualquiera que confía en la Palabra de Dios.

Así sucede a quien prueba la proposición que Dios le hace y se apoya en ella.

Esa persona recibe sanidad y comienza una nueva etapa en su vida.

Oración : Padre Celestial : He decidido creer lo que Tú dices en Tu Palabra, Señor. Tú dices que a aquellos que te creen, tú los bendices y yo dispongo mi voluntad para recibir la sanidad que Tú has preparado para mí. Abro mi corazón para recibir la salud completa que es Tu Voluntad que yo reciba. Sé que Tú eres mi Sanador y que no hay Médico más poderoso que Tú. Gracias, Padre por el sacrificio de Jesús en la cruz, por medio del cual mis pecados han sido perdonados y allí mi enfermedad también fue destruida. Ahora mismo recibo de Ti la bendición y creo que por sus llagas yo fui sano. En el Nombre de Jesús, amén.

sábado, 23 de agosto de 2014

COMPLETAMENTE REDIMIDOS


Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de Mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.                  Isaias 43:25

Si hay una realidad que todo cristiano debería recordar al abrir los ojos por la mañana es ésta: Sus pecados YA han sido perdonados.

Cuando uno se despierta por las mañanas, muchas ideas vienen a la mente : ideas propias, ideas de otros, cosas que pasaron ayer, cosas para hacer hoy, viejas  estructuras que hemos adquirido, etc.

Entonces, en el momento de acercarnos a Dios para conversar con Él o para adorarle, si no tenemos cuidado, esas ideas ocuparán un lugar importante y formarán una pared que nos impedirá disfrutar de Su Compañía y de estar atentos a lo que él quiera decirnos.

Si has recibido a Jesucristo como tu Salvador y Señor, entonces,  desde ese momento Dios te hizo propietario de los títulos : “Redimido”, “hermano de Jesús”, “coheredero con Cristo”, “Inocente”, “Sin culpa”, “nueva creación” (nuevo hijo creado por Dios), y muchos más.

No tienes que andarte sintiendo culpable por la vida por cosas que YA han sido borradas.

En 2 Co. 5 : 17, se nos informa que “las cosas viejas pasaron” y esto no solo se refiere a los errores que hayamos cometido antes de conocer a Jesús, sino a los que podemos cometer en cualquier momento. La consigna es : Vive siguiendo las normas de la vida abundante, pero si cometes un error, arrepiéntete, confía en que has sido perdonado  CONTINÚA CAMINANDO. Esto no significa que podamos tomar el estilo de vida de “no importa lo que haga, total será perdonado”, sino que la idea es bien otra :    Que tenemos acceso a un nivel superior de vida, a un estilo superior al que llevábamos antes y aún al que llevamos hoy, pues siempre estaremos creciendo y superándonos.

Jesús vino para que tengamos vida y para que la tengamos en abundancia. Él mismo lo dice en el evangelio de Juan, cap 10, verso 10. Y a esa vida solo se accede por la fe en Él, caminando con Él, oyendo Su voz y creyendo y confiando.

La confianza es fundamental.

Ahora bien, no puedo tener confianza si pienso que mi Padre Celestial está midiendo cada una de mis equivocaciones, y poniéndolas en una balanza. Esto es contrario a la GRACIA.

Desde el momento en que recibí la salvación, entré en la vida de la GRACIA, en una vida donde es cierto que fui perdonado, y que mis pecados fueron echados al fondo del mar. (Miqueas 7:19).

Esto no es una posibilidad. No es algo que podría suceder si yo actuara mejor. No es algo que quizás suceda si alcanzo la perfección o si hago “lo que puedo”. Es un hecho. Un hecho en el cual mi única participación es la fe en los méritos y la perfección de la vida perfecta que Jesús llevó en la tierra para TOMAR MI LUGAR Y PAGAR POR MÍ.

No hay nada que yo pueda agregar al respecto.

Es bueno entrar en el reposo de ser un hijo engendrado de Dios. Es bueno confiar que Él hizo todo por mí porque yo no podía, y recibir en mi corazón Su GRACIA.

Es bueno, luego, poder hablar con Él como mi Padre. Echar todas mis preocupaciones sobre Él y recibir Sus indiaciones para una vida abundante.

La vida abundante está al alcance de cualquiera. Muchas veces en el nuevo testamento, Jesús nos alienta usando la palabra “cualquiera”, o “alguno”. Por ejemplo : “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba” (Juan7:37).

No se necesita ser un religioso, o estar en determinada iglesia para venir a Jesús, presentarle nuestro corazón sediento y permitirle llenarlo con Su perdón, y Su Plan perfecto para nosotros.

No se necesita tener grandes conocimientos, haber hecho muchos méritos personales, ni siquiera ser socialmente buena persona.

Solo se necesita sed. Sed de paz. Sed de satisfacción personal. Sed de la verdad. Sed de perdón. Sed de ser recibido como hijo.

Y Él promete que responderá.

“Llamad y se os abrirá” Mateo 7:7

“ … al que a Mí viene, no le echo fuera. “ Juan 6:37

Presta atención en el Nuevo Testamento, a cuántas veces el Señor llama a “cualquiera”, a “alguno” y a “todo aquel que”.

Te sorprenderás de cuán abierto es su llamado. NO hace distinción de personas. Sin embargo requiere que ese “cualquiera” tenga fe (Marcos 11:22 y 23), “alguno” tenga sed (Juan 7:37), y que “todo aquel” pida (Mateo 7:7), por poner algunos ejemplos.

El Espíritu Santo viene al corazón de la persona que reciba a Jesús. (Efesios 1:13)

Y el Espíritu Santo llena el corazón del creyente con el Amor de un Padre que no nos olvida nunca.

Por eso es que necesitamos tener presentes las verdades de la redención.

Cuando tú YA has recibido la GRACIA en tu vida, no puedes despertar por las mañanas recordando algún error que has cometido. Más bien debes recordar que, si estás viviendo bajo la dirección del Maestro, solo necesitas saber que YA fuiste redimido. Si hay pecado en tu vida, solo necesitas arrepentirte, y seguir caminando.

Y sin son otros errores los que te atormentan, errores del pasado que no puedes corregir, DEBES olvidarlos entregándoselos a Dios, Quien es el Único que puede arreglar las consecuencias.

Solo así, con la conciencia plena de que somos verdaderos hijos adoptados por Su Gracia, podemos venir ante Su Presencia con alegría, con pleno agradecimiento. Llenos de razones para adorarle, y también con un corazón confiado de hijos que esperan recibir algo del Señor en ese contacto.

Cada vez que nos presentamos delante  Suyo en esas condiciones, saldremos llenos de Él, y seguros de Su Guía.

No hay otra manera de vivir  más sorprendente y llena de satisfacción.