lunes, 1 de septiembre de 2014

EL PERFECTO AMOR



No hay nada más reconfortante que sentirse a gusto en compañía de nuestros hermanos en Cristo. Compartir momentos de compañerismo incondicional, es algo que hace bien al alma, y que nos permite sentirnos parte de algo importante. ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso  es habitar los hermanos juntos en armonía! (Sal. 133:1)
Ese cariño que uno recibe con tanta alegría quizás no podríamos recibirlo en su plenitud, sin antes tener una revelación personal e íntima del Amor de nuestro Padre Celestial.
Su Amor es tan grande, tan inmenso, que solo podemos alcanzar a sentirnos plenamente amados tocando el borde del océano de Su Amor y esto se logra buscándole, pero también creyéndole.
Cuando Dios dice que nos ama, es porque nos ama de verdad.
No podemos comparar su Amor basados en cómo la gente nos ha tratado en la vida, ni en las apreciaciones que se han hecho de nosotros, ni en las opiniones que a veces han caído como un balde de agua fría sobre nuestras buenas intenciones.
Su Amor no se parece al humano, pero muchas veces miramos Su Amor, o miramos Su Corazón bajo un lente que está velado por cómo nos han tratado o cómo nos ha tratado la vida, y entonces ponemos una pared que nos impide  recibir, ser amados y sentirnos amados.
Por eso es importante dejar de lado lo que nos haya pasado y mirar en la Palabra de Dios qué es el Amor. Qué quiere decir la palabra “Amor”, según Dios.
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó (antes que nosotros pudiéramos amarle)  y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados” 1 Juan 4:10(NVI)
Es importante asimilar y dejar que nos penetre la idea de que no hay nada que podamos hacer de bueno, ni con esfuerzos de nuestra parte, ni haciendo la obra de Dios, para que Dios nos ame más. Tampoco hay algo que podamos hacer, errores de nuestra vida o de nuestra conducta que logren que Dios nos ame menos.
Su Amor  no se gana. Cuando no lo amábamos, Él nos amó primero. Esa es la verdad.  Y aún ahora siendo cristianos, hay otra verdad que tiene que alcanzar nuestro corazón: no podemos amarlo con nuestras fuerzas. Es  siempre TODO DE ÉL. Recibimos Su Amor, le permitimos sanarnos y llenarnos, y entonces nuestro corazón desborda de Su Amor, y es ese amor, el Suyo, el que daremos. Es con Su Amor que le amaremos. Es con Su Amor que amaremos a otros, con el nuestro, porque el nuestro es un amor lesionado.
Nuestro amor está lesionado y depende de muchas cosas. Si nos hieren nos  sentimos heridos y ya no nos nace seguir amando. Pero si estamos inmersos en el Amor de un Padre que nos ama todo el tiempo, y que no nos ama basado en lo que hayamos hecho, sino que ya nos amaba PRIMERO, entonces no estamos buscando que nos amen, no estamos buscando que nos devuelvan nada, sino que buscamos cada día llenarnos más del Amor del Padre.
¿Cómo conocemos ese Amor del Padre? Porque quien vio al Hijo vio al Padre. Si el Amor de Jesucristo te conmueve, entonces has visto el Amor del Padre.
Y ese Amor es un Amor que no lo ganamos: vino a nosotros.
No le pedimos al Padre que nos amara, ni siquiera sabíamos que esa clase de amor existía, y sin embargo, Él ya nos amaba, ya nos tenía en Su Corazón.
No nos dábamos cuenta de que necesitábamos un rescate, pero Él ya había provisto una vida superior para nosotros. Él veía que necesitábamos un rescate, y dio lo más precioso que tenía : Su propio Hijo. Si Él dio lo más precioso, es porque para Él somos preciosos. Tú eres precioso para Dios. Tú eres preciosa para Dios. Eres la niña de Sus ojos.
Juan tuvo una revelación profunda del Amor del Padre. Tan profunda y tan real fue esa revelación que no le importó ser el único que se sintiera así. Se dio cuenta de que Dios le había hecho único. Su evangelio es único, diferente de los otros tres evangelios. Tuvo una revelación profunda del Amor del Padre y la compartió con nosotros. Se dio cuenta. Vio cuán grande y cuán inconmovible era la seguridad de ese Amor.
Pablo también lo supo. Por eso dice que:
“Ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro “ Romanos 8:38-39
Cuando tienes un encuentro con ese Amor, te das cuenta de que ahora SABES lo que antes no sabías : que eres amado, que siempre serás amado y que Dios no puede dejar de amarte, porque te adoptó y eso es para siempre.
Puede que pienses que le has fallado a Dios, que no has alcanzado lo que te habías propuesto y que nunca lo alcanzarás. Pero déjame decirte que, es cierto. En la carne, en ti mismo es imposible.
Pero déjale a Él sanar tu corazón. Déjale a Él llenarte de Su Amor. Déjale a Él ser Él en ti y entonces, será Él quien haga todo por ti y no tú tratando de “esforzarte” … en un esfuerzo completamente inútil.
 “En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor” 1 Juan 4:18(NVI)
Cuando te dispones a permitir que ese vacío que sientes sea llenado por el Amor de tu Padre Celestial, cuando le permites llenar tu vida y tu corazón, entonces ya no vivirás en temor. Tu idea sobre Dios cambiará y no pensarás que está “midiéndote”.
Es importante entonces, es vital, disponer nuestro corazón para recibir una revelación profunda del Amor de nuestro Padre Celestial, sin lo cual la vida, aún la vida cristiana, puede ser muy mediocre, muy superficial y nada satisfactoria.
Oración :
Padre Celestial : Hoy me dispongo a abrir mi corazón a la Verdad de tu Palabra.  Ya no deseo vivir en temor, ni con una idea equivocada de Ti. Quiero y deseo tener un encuentro verdadero contigo y con tu Amor por mí. Me dispongo a creer que Tú me amaste primero y que diste lo más precioso que tenías, tu Hijo,  porque me amabas a mí. Recibo tu Amor en mi corazón. Te permito sanar mis heridas y cambiar mis ideas por las tuyas. Declaro ahora que tu perfecto Amor  echa fuera todos mis miedos, todos mis temores y mis ideas falsas y acepto no buscar más ser llenado con la aceptación de los demás, porque Tú me has aceptado. Tú me hiciste diferente y único y lo acepto, porque así te agradó, porque ese era tu Plan. Gracias Padre por derramar tu inmenso Amor sobre mí. En el Nombre de Jesús, amén.