jueves, 13 de marzo de 2014

SALIENDO DEL DESIERTO (parte 2)


Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas. Marcos 11:25-26

Ayer vimos que el primer paso para salir de un desierto en nuestras vidas es dejar de pensar como si no hubiéramos sido redimidos. Abandonar la mente de esclavos y los métodos carnales y personales. Aceptar la Gracia como un regalo y la provisión de Dios como algo natural en la vida de un hijo que tiene un Buen Padre.

Ahora, parte de nuestra mentalidad de esclavos es la mentalidad de falta de perdón. Guardamos rencor hacia personas que nos hirieron o que cometieron contra nosotros errores muy grandes y llevamos esto dentro de nosotros aún después de haber entrado por la puerta de la Gracia.

Pero el Señor es muy claro al respecto : Tú recibiste de gracia todo perdón, así que también debes perdonar, no importa si tu enojo es totalmente justo. El enojo humano no obra la justicia de Dios. Por más que nos enojemos, este enojo no tiene el poder de hacer justicia. Más bien es lo contrario : nos transforma en lo que nunca quisimos ser : personas amargadas, con un pedazo oscuro en nuestro corazón. Y esta mancha oscura se refleja por donde vamos, hablemos de ello o no.

Necesitamos sanar. Necesitamos olvidar. Necesitamos liberarnos de una carga que no desearíamos  seguir llevando.   

Si bien  en las murmuraciones del pueblo de Israel en el desierto no oímos mucho la palabra “rencor”, sí está subyacente en todo lo que dicen  la amargura. Esta amargura viene del maltrato que sufrieron durante toda su vida. Este maltrato quedó tan grabado a fuego, tan marcado hasta lo profundo de ellos mismos que les impide entrar en la confianza de que con Dios en sus vidas todo puede cambiar. Ellos no lo creen. Ellos quedaron atados al pasado.

Y la falta de perdón tiene mucho que ver con estar atado al pasado. Aquellas cosas que nos marcaron en el pasado, si tienes a Jesús, puedes sacudírtelas y decidir que no formarán parte de tu presente ni de tu futuro. ¿Por qué? Porque no forman parte del Plan de Dios para ti. Su Plan es superior y no está contaminado con nada de las cosas malas de tu pasado. Pero hay una condición para alcanzarlo, y es embeberte de lo nuevo de Dios. Sus promesas, todo lo bueno que está escrito en la Palabra para tu vida solo puede entrar si tomas la decisión de calidad de perdonar.  

Dios dice claramente en Su Palabra que cada vez que vengo a orar, si no he perdonado a alguien en algo, mi oración no será escuchada. Imagínate cuán grave es esto de estar con un corazón limpio!

La mentalidad de falta de perdón solo servirá para bloquear las bendiciones que Dios quiere derramar sobre mí, porque El dice que no podrá perdonarme a mí si yo no perdono a mi hermano, o a cualquiera que me ofenda en algo. Claro que el perdón de mis pecados para salvación sigue vigente, de otra manera Dios perdería a muchos de sus hijos, no se trata de eso  Pero sí se refiere a que puedas vivir en una tierra de bendición mientras todavía no te fuiste al cielo. En el cielo no necesitarás reclamar promesas ni hacer peticiones, pues está todo provisto allí. Esta Palabra es para nosotros hoy, para el momento presente. El que perdona, entra en la tierra de las promesas y es escuchado y recibe todo lo que pida. ¿Puedes creerlo?

Es fundamental, si deseas que Dios te conteste en todo lo que pidas, que tu corazón esté libre de la falta de perdón, del mal recuerdo, de la amargura y del rencor. Esto significa :

. 1) perdonar a quien o quienes me ofendieron o aún me ofenden hoy. Es decir : dejar de pensar que esas personas merecen ser castigadas. Cuando empiezo a confiar en el Señor, se las entrego a El para que sea El quien las lleve a arrepentimiento y que a su vez pueda bendecirlas cuando su actitud se lo permita. Bendecir a esas personas es un indicio de que las perdoné realmente.

2) Echar sobre el Señor toda preocupación sobre esas personas, sobre lo que pudieran hacer o sobre las consecuencias de lo que ya hicieron. No tengo que estar vigilando para saber si Dios obró en esas personas o no. Tengo que dejarlas ir. Después que se las entregué al Señor, tengo que dejar de preocuparme, confiar en El, y seguir mi camino, no mirar más qué pasó, porque yo paso a otro tema, doy vuelta la hoja con la ayuda sobrenatural de Dios.

3) Olvidar lo que me fue hecho. Renovar mi mente con la mente de Cristo.

Alguien dijo alguna vez que un sentimiento viene por una idea que tenemos, y una idea es algo que se puede sustituir, una por otra. Si esto lo practica gente que no conoce a Dios y por esfuerzo lo logran, ¿cuánto más un hijo de Dios que tiene el Espíritu Santo? Es nuestro deber ejercitarnos en cambiar la idea negativa por una que contenga las bendiciones de Dios. Cada vez que el diablo me quiera recordar algo viejo, que pasó, tengo que resistirlo poniendo en lugar de esa idea, la que me da la Palabra de Dios.

El perdón es eso también : una renovación del entendimiento, como dice Romanos 12:2. Dios quiere bendecirme abundantemente, el problema es que lo hace a través de las ideas que salen de Su Palabra, no a través de mis patrones viejos.

Cuando no perdono, de alguna manera hago responsable a otro de mi felicidad o de los hechos que me rodean, aún de mi desierto. Pero la verdad es que esas personas no tienen ningún poder, salvo el que yo quiera cederles. Dios sigue estando sentado en Su Trono, y El promete que si yo mantengo mi corazón libre de rencor y de malos recuerdos, es El quien voluntariamente escucha mis oraciones. Ellas no son impedidas cuando mantengo mi corazón limpio. En cambio si permito que cualquier sentimiento me domine, y que el enojo se convierta en deseo de venganza, mis oraciones no serán contestadas, Dios no podrá concederme las peticiones de mi corazón. 

Oración : Padre Celestial, hoy comprendo que para salir del desierto me hace falta perdonar y olvidar a quien me ofendió y aún a quien pudiera ofenderme hoy. Tomo autoridad contra la falta de perdón y la echo fuera de mi vida en el Nombre de Jesús. Te entrego a esas personas por las que me sentí herido y por tu Gracia creo que soy libre de toda preocupación. Las bendigo, Señor, sé que las llevarás a arrepentimiento y las ayudarás a alcanzar la bendición que yo también deseo para mí. Ahora me dispongo a renovar mi mente con Tu Palabra y con las ideas maravillosas que ella contiene, para edificarme y pensar en todo lo verdadero, todo lo honesto, todo lo bueno, todo lo justo, todo lo amable etc que dice tu Palabra. Sustituyo cada pensamiento malo, que venga a perturbar mi paz, con pensamientos de bien (Fil 4:8), y sé que recibo Tu bendición, que soy libre de toda atadura del pasado. Lo creo, porque eres Tú quien liberta a los cautivos y ya no estaré más cautivo de este lazo engañador. En el Nombre de Jesús, amén.