Dame, hijo mío tu corazón,
y miren
tus ojos por mis caminos.
Pr. 23:26
Las personas
que han vivido experiencias fuertes antes de llegar a los pies de
Cristo, en general entregan totalmente a Dios y a Su
servicio. Son personas que están conscientes completamente de lo que
serían si Jesucristo no hubiera entrado en sus vidas, y no les
interesa otra cosa que estar a los Pies del Maestro.
Otras, en cambio, entre las cuales me
incluyo, recibimos la salvación simplemente porque Dios nos
concedió comprenderla, y aunque sentíamos que le amábamos, no
deseábamos entregarle todo al Señor.
En la iglesia donde me convertí
siempre se estaba hablando de la cruz que todo cristiano debe llevar
si desea ser útil en las manos de Dios. Pero la verdad es que esa
idea no me gustaba nada. Siempre que me daba cuenta de que tenía que
entregar todo a Dios, buscaba la manera de seguir sin entregárselo.
Pasó el tiempo, y uno puede parecer
que sirve, uno puede estar en todas las reuniones, estar sirviendo,
estar a pleno … « externamente », pero el corazón no
se lo damos a Dios. Hay áreas que no tenemos ninguna intención de
entregarle, y nos resistimos a muerte antes de dárselas.
El Señor no tiene apuro. A quienes se
entregan rápido los bendice también rápido. Y a quienes no se
quieren entregar, los va llevando por experiencias diversas, hasta
que queden en una situación en la que tienen que elegir.
No importa cuántas actividades en la
iglesia o fuera de ella estemos realizando.
No importa si oramos 50 veces por día
o si ponemos cara de santo.
Ni siquiera importa si, como tenemos
dones que han venido del cielo, Dios los está usando y somos de
bendición.
En realidad para Dios eso no tiene
ninguna importancia si Él no es nuestro primer amor.
Ahora bien, ¿qué es entregarle todo
al Señor ? ¿Qué significa ?
Significa que no tendré más sueños
que los que Él me indique.
Significa que no haré más planes si
Él no los ha inspirado.
Significa que estaré a la orden para
cualquier « orden » que venga del cielo, porque ya no me
pertenezco a mí mismo, ya no soy yo quien manda aquí.
Y eso tiene un precio.
El precio es que mientras yo sigo
haciendo planes, mientras yo sigo soñando mis sueños, mientras yo
sigo calculando cómo puedo seguir pareciendo cristiano sin negarme a
mí mismo, en realidad no estoy haciendo nada de verdad. Dios me ve
en lo íntimo, a Él no le puedo engañar.
Y al fin de cuentas, ¿de quién me
interesa la opinión ?
Pero para llegar a comprender esto, el
Señor nos llevará sin apuro, por experiencias duras, porque no
quisimos de entrada ser dóciles, y eso duele. Mejor ser dócil al
principio. Mejor obedecerle por las buenas, porque es más fácil,
porque muestra que le amamos pero también muestra que confiamos en
Él más que en cualquier otra cosa, incluyéndonos a nosotros
mismos.
Joven : no esperes a que tu
juventud haya pasado, para darte cuenta de que la arruinaste antes de
venir a Jesús. Hazlo hoy que todavía estás a tiempo. Confía en Él
y no hagas tus propios planes sin consultarle, porque seguro
fracasarán.
El camino más corto hacia la plenitud
es el de la renuncia. Parecerá una contradicción, pero para
disfrutar enteramente de lo que Dios planificó, se necesita estar
vacío de sí mismo. No hay otra manera de ser útiles o de sentirnos
útiles que la libertad … de nosotros mismos.
A veces llega el momento de enfrentar
nuestros miedos, matarlos y seguir adelante.
¿Que no sabemos hacia donde nos
lleva ?
Pues ésa es la idea, que dependamos
totalmente de Él.
¿Que no entendemos todo ? Pues
está perfecto. Es justamente lo que Él quería, que le dejemos a Él
la Autoridad, el Conocimiento y las decisiones.
Solo entonces podremos decir que le
pertenecemos completamente al Señor.
Solo entonces viviremos « no ya
yo, mas Cristo que vive en mí », parafraseando a Pablo.
(Gálatas 2:20)