Y
cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también
vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque
si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os
perdonará vuestras ofensas. Marcos 11:25-26
Ayer
vimos que el primer paso para salir de un desierto en nuestras vidas es dejar
de pensar como si no hubiéramos sido redimidos. Abandonar la mente de esclavos
y los métodos carnales y personales. Aceptar la Gracia como un regalo y la
provisión de Dios como algo natural en la vida de un hijo que tiene un Buen Padre.
Ahora,
parte de nuestra mentalidad de esclavos es la mentalidad de falta de perdón.
Guardamos rencor hacia personas que nos hirieron o que cometieron contra
nosotros errores muy grandes y llevamos esto dentro de nosotros aún después de
haber entrado por la puerta de la Gracia.
Pero el
Señor es muy claro al respecto : Tú recibiste de gracia todo perdón, así que
también debes perdonar, no importa si tu enojo es totalmente justo. El enojo
humano no obra la justicia de Dios. Por más que nos enojemos, este enojo no
tiene el poder de hacer justicia. Más bien es lo contrario : nos transforma en
lo que nunca quisimos ser : personas amargadas, con un pedazo oscuro en nuestro
corazón. Y esta mancha oscura se refleja por donde vamos, hablemos de ello o
no.
Necesitamos
sanar. Necesitamos olvidar. Necesitamos liberarnos de una carga que no
desearíamos seguir llevando.
Si
bien en las murmuraciones del pueblo de
Israel en el desierto no oímos mucho la palabra “rencor”, sí está subyacente en
todo lo que dicen la amargura. Esta
amargura viene del maltrato que sufrieron durante toda su vida. Este maltrato
quedó tan grabado a fuego, tan marcado hasta lo profundo de ellos mismos que
les impide entrar en la confianza de que con Dios en sus vidas todo puede
cambiar. Ellos no lo creen. Ellos quedaron atados al pasado.
Y la
falta de perdón tiene mucho que ver con estar atado al pasado. Aquellas cosas
que nos marcaron en el pasado, si tienes a Jesús, puedes sacudírtelas y decidir
que no formarán parte de tu presente ni de tu futuro. ¿Por qué? Porque no
forman parte del Plan de Dios para ti. Su Plan es superior y no está
contaminado con nada de las cosas malas de tu pasado. Pero hay una condición
para alcanzarlo, y es embeberte de lo nuevo de Dios. Sus promesas, todo lo
bueno que está escrito en la Palabra para tu vida solo puede entrar si tomas la
decisión de calidad de perdonar.
Dios
dice claramente en Su Palabra que cada vez que vengo a orar, si no he perdonado
a alguien en algo, mi oración no será escuchada. Imagínate cuán grave es esto
de estar con un corazón limpio!
La
mentalidad de falta de perdón solo servirá para bloquear las bendiciones que
Dios quiere derramar sobre mí, porque El dice que no podrá perdonarme a mí si
yo no perdono a mi hermano, o a cualquiera que me ofenda en algo. Claro que el
perdón de mis pecados para salvación sigue vigente, de otra manera Dios
perdería a muchos de sus hijos, no se trata de eso Pero sí se refiere a que puedas vivir en una
tierra de bendición mientras todavía no te fuiste al cielo. En el cielo no
necesitarás reclamar promesas ni hacer peticiones, pues está todo provisto
allí. Esta Palabra es para nosotros hoy, para el momento presente. El que
perdona, entra en la tierra de las promesas y es escuchado y recibe todo lo que
pida. ¿Puedes creerlo?
Es
fundamental, si deseas que Dios te conteste en todo lo que pidas, que tu
corazón esté libre de la falta de perdón, del mal recuerdo, de la amargura y
del rencor. Esto significa :
. 1)
perdonar a quien o quienes me ofendieron o aún me ofenden hoy. Es decir : dejar
de pensar que esas personas merecen ser castigadas. Cuando empiezo a confiar en
el Señor, se las entrego a El para que sea El quien las lleve a arrepentimiento
y que a su vez pueda bendecirlas cuando su actitud se lo permita. Bendecir a
esas personas es un indicio de que las perdoné realmente.
2)
Echar sobre el Señor toda preocupación sobre esas personas, sobre lo que
pudieran hacer o sobre las consecuencias de lo que ya hicieron. No tengo que
estar vigilando para saber si Dios obró en esas personas o no. Tengo que
dejarlas ir. Después que se las entregué al Señor, tengo que dejar de
preocuparme, confiar en El, y seguir mi camino, no mirar más qué pasó, porque
yo paso a otro tema, doy vuelta la hoja con la ayuda sobrenatural de Dios.
3)
Olvidar lo que me fue hecho. Renovar mi mente con la mente de Cristo.
Alguien
dijo alguna vez que un sentimiento viene por una idea que tenemos, y una idea
es algo que se puede sustituir, una por otra. Si esto lo practica gente que no
conoce a Dios y por esfuerzo lo logran, ¿cuánto más un hijo de Dios que tiene
el Espíritu Santo? Es nuestro deber ejercitarnos en cambiar la idea negativa
por una que contenga las bendiciones de Dios. Cada vez que el diablo me quiera
recordar algo viejo, que pasó, tengo que resistirlo poniendo en lugar de esa
idea, la que me da la Palabra de Dios.
El
perdón es eso también : una renovación del entendimiento, como dice Romanos
12:2. Dios quiere bendecirme abundantemente, el problema es que lo hace a
través de las ideas que salen de Su Palabra, no a través de mis patrones
viejos.
Cuando
no perdono, de alguna manera hago responsable a otro de mi felicidad o de los
hechos que me rodean, aún de mi desierto. Pero la verdad es que esas personas
no tienen ningún poder, salvo el que yo quiera cederles. Dios sigue estando
sentado en Su Trono, y El promete que si yo mantengo mi corazón libre de rencor
y de malos recuerdos, es El quien voluntariamente escucha mis oraciones. Ellas
no son impedidas cuando mantengo mi corazón limpio. En cambio si permito que
cualquier sentimiento me domine, y que el enojo se convierta en deseo de
venganza, mis oraciones no serán contestadas, Dios no podrá concederme las
peticiones de mi corazón.
Oración
: Padre Celestial, hoy comprendo que para salir del desierto me hace falta
perdonar y olvidar a quien me ofendió y aún a quien pudiera ofenderme hoy. Tomo
autoridad contra la falta de perdón y la echo fuera de mi vida en el Nombre de
Jesús. Te entrego a esas personas por las que me sentí herido y por tu Gracia
creo que soy libre de toda preocupación. Las bendigo, Señor, sé que las
llevarás a arrepentimiento y las ayudarás a alcanzar la bendición que yo
también deseo para mí. Ahora me dispongo a renovar mi mente con Tu Palabra y
con las ideas maravillosas que ella contiene, para edificarme y pensar en todo
lo verdadero, todo lo honesto, todo lo bueno, todo lo justo, todo lo amable etc
que dice tu Palabra. Sustituyo cada pensamiento malo, que venga a perturbar mi
paz, con pensamientos de bien (Fil 4:8), y sé que recibo Tu bendición, que soy
libre de toda atadura del pasado. Lo creo, porque eres Tú quien liberta a los
cautivos y ya no estaré más cautivo de este lazo engañador. En el Nombre de
Jesús, amén.